crimen
Por Fabián Seidán para Diario Cuarto Poder / Uno de los mayores crímenes de la historia de Tucumán ocurrió en 2006. Se trata del caso de Paulina Lebbos, la joven estudiante de la carrera de Comunicación, cuyo cadáver apareció desmembrado a la vera de una ruta. Hoy su asesino (o asesinos) sigue en libertad, por culpa de gente que por impericia, negligencia o corrupción, no hizo lo que no tenía que hacer y actuaron como presuntos encubridores. Por eso, la Justicia llama al banquillo de los acusados al ex fiscal Carlos Albaca. ¿Se quebrará o cargará con la culpa?

Un mal fiscal

Finalmente no será en agosto pero sí en septiembre cuando el ex  fiscal Carlos Albaca comparezca frente a un tribunal para responder por sus actos durante la investigación del crimen de Paulina Lebbos. El fiscal está acusado no sólo de obstruir la investigación y demorarla, sino también de ensuciar a la víctima y perder pruebas valiosas que hubiesen permitido atrapar al o los asesinos.

¿A quién encubrió el fiscal?, ¿Recibió órdenes de no investigar? ¿Le pagaron por cajonear la causa? ¿Quién o quiénes se beneficiaron con la impunidad del caso?, ¿La mala actuación de Albaca en la causa fue adrede o simplemente se trata de mal fiscal, de un vago puesto a dedo para favorecer con sus fallos a amigos del Poder?

La pata policial

La cúpula policial y del Ministerio de Seguridad del entonces gobernador José Alperovich ya se sentó en el banquillo de los acusados y todos fueron condenados (en 2019) por este mismo caso. Para el tribunal que los juzgó, resultó muy sospechoso que todos ellos, funcionarios de trayectoria, de experiencia y de altos cargos, hayan fallado, todos juntos y a la vez, o bien confabularon para que el nombre del autor del crimen nunca saliera a luz.

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Ex fiscal Carlos Albaca.

La pata judicial

Para que el “plan de impunidad” quedara firme, hacía falta una pata judicial, y ahí es donde entró a jugar el fiscal Albaca y su tarea nefasta en la causa. Albaca, era encargado de investigar el crimen de Paulina Lebbos, hecho ocurrido el 26 de febrero de 2006. Ahora el ex fiscal, con jubilación de privilegio, deberá responder ante la Justicia por qué dejó dormir por 7 años la investigación.

La sala III de la Cámara Penal lo tiene como principal acusado de once delitos, entre ellos por incumplimiento de deberes de funcionario público y encubrimiento agravado del crimen.

La mató dos veces

Durante siete años la investigación no sólo no avanzó, sino que hasta se animó a opinar que la víctima “no fue asesinada”.

Según afirmaba el fiscal, la muerte podría haber obedecido a un “ataque de asma combinado con ingesta de alcohol y sustancias tóxicas”, o bien por la práctica de autoasfixia durante masturbación con una pareja. Y agrega: “Paulina Lebbos tenía tendencia a las relaciones sexuales casuales, en ocasiones era ‘intrépida’ y capaz de emprender acciones temerarias”.

Finalmente intervino la Nación y al fiscal se le inició un sumario administrativo en el que se comprobó que había cometido serias irregularidades en la investigación.

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Alberto Lebbos y su lucha incansable para que se sepa la verdad.

Los otros condenados

Por el encubrimiento del crimen ya hubo dos juicios: el primero se realizó entre fines del 2013 y principios de 2014 y tuvo como imputados al ex comisario Enrique García, el ex oficial Manuel Yapura y el ex policía Roberto Lencina, quienes fueron condenados por “encubrimiento” del crimen al fraguar actas de la declaración de un testigo y del hallazgo del cadáver.

El segundo juicio comenzó a principios del 2018 y se extendió hasta febrero de 2019. El tribunal condenó al ex jefe de policía Hugo Sánchez y al ex secretario de Seguridad Eduardo Di Lella, acusados del encubrimiento del crimen.  También fueron condenados el ex subjefe de policía Nicolás Barrera, el ex subjefe de la Regional Norte, Rubén Brito; y el ex policía Waldino Rodríguez.

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Paulina, la víctima que necesita justicia para descansar en paz.

El crimen

El crimen ocurrió el 26 de febrero de 2006, cuando Paulina (22) salió de un boliche de la zona del ex Abasto, adonde había ido a bailar con su amiga, Virginia Mercado, para festejar por haber aprobado una materia de la facultad. Según determinaron los pesquisas, cerca de las 6.30 de ese día, ambas subieron a un remís color bordó: Virginia descendió primero en su domicilio de La Rioja al 400 y Paulina siguió viaje hasta la casa de su novio, aunque nunca llegó. Ahí comenzó su búsqueda tras la denuncia familiar. Desde un primer momento y en paralelo a la investigación, la Policía y el Poder Judicial tucumanos lanzaron un operativo de estigmatización sobre la víctima, barajando con la hipótesis de que Paulina había huido de la provincia. Pero después de 13 días de búsqueda (el 11 de marzo), el cadáver de la joven apareció al costado de la ruta 341, en Tapia: estaba destrozada, en estado de descomposición avanzado, con mutilaciones, el cuero cabelludo arrancado, los labios extirpados y las huellas digitales limadas.

Tras 15 años del crimen, hoy parece más cercana la posibilidad de condenar a uno de los mayores responsables de que el (o los) asesino(s) sigan libres, caminando entre nosotros.

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