Los perros asesinos II | El escritor y periodista tucumano, Segundo Orlando Díaz, acomete la ambiciosa empresa de dar vida a los personajes de la secuela de aquella primera novela homónima ambientada en la sangrienta dictadura militar argentina.
Un anticipo que genera expectativas
Como parte de la gran tarea que tiene por delante y a modo de anticipo de lo que vendrá, el escritor tucumano, Segundo Orlando Díaz, propone a Diario Cuarto Poder, dar a conocer los capítulos iniciales de esta nueva novela.
“Las historias que contamos en la primera novela no se cierran del todo, como las heridas que dejó ese período en nuestro país, y al mismo tiempo abren nuevas puertas que intento desandar en este nuevo escrito”, explica Díaz.
“La idea es que vayamos anticipando los primeros capítulos, de modo que los lectores tomen contacto con estas historias, que surgen desde lo cotidiano, pero que desnudan la brutalidad de los represores, no sólo de los jerarcas”, insistió.
El primer capítulo de la novela
A continuación y de manera exclusiva en Diario Cuarto Poder, el autor comparte el texto del primer capítulo de “Los perros asesinos II”, que se irán publicando a medida que avance la finalización del proyecto literario que se encuentra en marcha.
“La segunda parte de Los perros asesinos verá la luz muy pronto. Quise aprovechar esta pandemia para avanzar en este proyecto que estaba en mi cabeza desde hace mucho tiempo y que ya tomó forma”, precisó el autor.
“Agradezco la oportunidad y el espacio que nos brinda este medio de comunicación a los escritores, sin distinción de laureles y méritos, porque la cultura debe llegar a todos y los autores necesitamos un puente con nuestros lectores”, expresó.
Beneplácito de nuestro medio
Por su parte, el director y propietario de Diario Cuarto Poder, profesor Manuel Rivas, saludó la iniciativa del escritor de dar a conocer los primeros capítulos de esta nueva obra a la vieja usanza de las entregas que realizaban las publicaciones escritas.
“El hecho de que todo vaya camino a la digitalización no implica que se dejen de lado las buenas costumbres que han dado a conocer la producción de miles de escritores en su relación con los medios de comunicación”, expresó Rivas.
“Para mi es un orgullo porque soy el autor del prólogo de aquella primera parte, que es sin dudas una de las novelas que con más fidelidad refleja la brutalidad de los subordinados de aquella primera línea de represores”, enfatizó.
Los Perros Asesinos II Capítulo 1
Es inútil que enmascares un relajo que ya tienes, Pety Badillo. Porque fue el emérito sargento mayor Antonio Bentrami el que acabó con tu inocencia. Si ya no lo recuerdas, fue un día signado por la siesta y la naranja (1), cuando tu tía Keta todavía dormía acicateada por el dulzón sopor de la plena felicidad. Por si se te olvidó era ella una cuarentona con carga de familia, a la que le había caído, como llovido del cielo, un buen partido para nuevo marido. Por cierto, que Antonio Bentrami se hallaba ahora aposentado en la casa que fuera de tu tío Justiniano Pérez, desde el día mediato que tu tía fuera a preguntar al cuartel por su esposo. Fue el regalo que ella les trajo, cuando tus primas y tú todavía añoraban al cariñoso padre y bondadoso tío que supo ser Justiniano Pérez.
Por aquellos días ustedes vivían de expectativas y pesares, y hubieran dado lo que no tenían por verlo regresar. A diario solían aguardar, y era incólume la esperanza, cada vez que se enteraban saldría tía Keta a trajinar cuarteles y comisarías, a exigir primero, y rogar luego, algún dato de su paradero. Lo que no les dijo esa mañana, en cambio, fue que había conseguido ser blanco de interés del benemérito sargento mayor Antonio Bentrami, quien vio en la cuarentona caderona a una mujer apetecible, todavía capaz de exacerbar su libido de tigre cebado en carne de atribuladas esposas de desaparecidos, rango al cual había ingresado Justiniano Pérez desde la noche en que la maldad suelta se lo llevara por los fondos de una casa vecina.
Una entrevista y el chequeo de una antojadiza lista compuesta por ciudadanos visibles y comunes, puestos a disposición del poder ejecutivo, fue la previa con la que el rudo sargento consiguió endulzar y vencer la firmeza de carácter con que tía Keta se presentó, en primera instancia, a reclamar por la aparición sano y salvo de Justiniano. La amabilidad y fingida conmiseración del militar, sumada a la natural coquetería de tía Keta ratificaron la idea para Bentrami de que esa mujer estaba destinada a ser otra ofrenda a su lascivia de tigre cebado.
La inconsistente promesa de llevar pronto secretas novedades acerca del desafortunado fue la pueril excusa para un nuevo encuentro. Entonces sin mucho ditirambo se convirtió, desde el mismo día que pisara por primera vez la casa de Justiniano Pérez, en el nuevo marido de tía Keta, quien no se hizo de rogar, y menos cuando en la primera escaramuza amatoria, el osado y fogoso Bentrami irrumpiera por su ano con una descomunal verga digna de Priapo (2). Hasta llegó a creer que esta era la bien merecida reparación por la pérdida de Justiniano, y que al fin y al cabo no hay mal que por bien no venga.
Por costumbre tenía el sargento mayor cortar vínculos una vez saciada la perversa aberración, pero a diferencia de lo que solía sucederle con otras mujeres el haber sodomizado una vez a tía Keta no lo conformó, ya que según sus dichos (vertidos treinta años más tarde, sentado en el banquillo de juicios a represores) era esta “una mujer que despertaba las pasiones más bajas y repetitivas”.
Nunca imaginaste, Pety Badillo, que tú también serías su víctima durante “la siesta y la naranja”. Frase antojadiza si las hay, capaz de calzar como un guante en el poemario de algún discreto poeta, frase relacionada para siempre con tu paso de niña a mujer. Fue con una de esas selectas naranjas, que solían descansar en la sempiterna frutera, escogidas por la misma tía keta de la huerta de árboles frutales, con la que lograste hacer blanco en el párpado de aquel osado que fue el primero en apretar tus pezones de sorprendida gacela. Pero aquello no hizo más que azuzar a la fiera, quien retrocedió solo para arremeter nuevamente, y prenderse de tus pezones con soez desenfado. Entonces, apapachado por dos gigantescas aureolas el sargento se figuró que sorber tus pezones era más dulce que ganar una guerra sin haber combatido, Pety Badillo. Para ti, en cambio, significó repulsión y asco, a la par de un promisorio cosquilleo que bajó por tus espaldas, y se instaló en tu entrepierna como un incomprensible deseo de orinar. Demasiado impune y rápido, Bentrami no te dio tiempo a tratar de adivinar qué sensación era aquella. A medio camino entre el goce y el dolor, percibiste como buscaba bajo la pollera de colegiala, con un deseo brutal y cinético, la manera de ensartarte debajo del culote. Junto al conato de lucha sobrevino algo nuevo e indescriptible…, el calor del miembro de este moderno Priapo aposentado en la sinuosidad de tus curvas, y el indecoroso ardor del esfínter rendido ante el abrumador empuje del deseo… Hoy lo recuerdas como un estentóreo temblor aggiornado por un líquido caliente y espeso cayendo por entre las piernas, junto con tu perdida inocencia, ¿verdad Pety Badillo?
(1) La siesta y la naranja: Primer poemario de Juan José Hernandez, poeta y narrador tucumano.
(2) Priapo: Antigua divinidad greco romana, representada por un hombre rústico y barbudo de gran falo.
Datos biográficos del autor
Segundo Orlando Díaz, escritor, poeta y periodista tucumano. Publicó los libros, “Mis parientes rurales” (relatos cortos); “Canto del Enamorado” (poesía); “El paraje encantado” (novela de terror); “Los perros asesinos” (novela histórica); “Los detectives holográficos” (novela de ciencia ficción) y su última publicación fue “Relatos Subliminales” (cuentos breves).
Recibió distinciones y reconocimientos a lo largo de su trayectoria. Algunos de sus trabajos, tanto literarios como periodísticos, han sido publicados por Diario Cuarto Poder, del que es asiduo colaborador.