Letras de Fuego / Entrevista / Por Manuel Ernesto Rivas*. La escritora Selva Almada estuvo en el Festival Internacional de Literatura Tucumán (FILT) y dialogó con Letras de Fuego sobre su labor literaria, su compromiso contra los femicidios y su próxima publicación.
El Patio del Museo de la Universidad Nacional de Tucumán (MUNT) estaba despertando de movimiento en la última tarde del Festival Internacional de Literatura Tucumán (FILT), cuando entablamos el siguiente diálogo con la escritora Selva Almada:
—¿Cómo la está tratando Tucumán?
—Con un clima raro. Había venido otras veces a Tucumán. De hecho, estuve en el FILT hace algunos años y me acuerdo de días muy soleados y el clima de ahora no me gustó tanto. Ayer estuvo lloviendo, pero este festival me gusta especialmente, así que me puso muy contenta que volvieran a invitarme.
—¿En lo literario cómo lo vio al FILT?
—Muy bien, porque me parece que es muy interesante cuando los festivales, más allá de traer escritores de otros lugares porque siempre está buenísimo el intercambio, también tengan una programación en donde también incluyan a los autores locales y de la región. Me parece que es muy rico para nosotros, para los escritores que venimos al festival, tener esa experiencia de intercambio con escritores de otros lugares, con escritores de la ciudad y de la provincia.
—¿Cómo es la labor creativa de Selva Almada? ¿De dónde saca todas esas ideas que uno ve plasmadas en los libros?
—Muchas veces los relatos han salido de cosas que escuché y que me llamaron la atención, por ejemplo, el caso de “No es un río”, que es la última novela, escuché una anécdota que contaron en una sobremesa y esa anécdota, que era la pesca de una raya gigante, me llevó a recordar haber visto fotos en diarios de la zona en la que me crié que es en la provincia de Entre Ríos, ver las fotos de esos pescadores con esos bichos gigantescos y ahí fue como que me dije que me gustaría escribir algo a partir de esto que acabo de escuchar, del recuerdo de esas fotos. Después empiezas a trabajar un poco la maquinaria de la imaginación y comienzas a pensar en los personajes, quiénes son estos que están pescando esta mantarraya, qué los une, son amigos, son parientes, y ahí aparecen las cosas de la historia, de la trama.
—¿Juega mucho con lo fragmentario y también con lo paranormal?
—Sí, esto mismo, crecí y viví hasta los veinticinco años en la provincia de Entre Ríos y vuelvo todo el tiempo porque mi familia vive ahí, y es parte de nuestra manera de ver y de entender las cosas la cuestión de lo mágico. Siempre está rondando, a través de las leyendas, de los cuentos de aparecidos que contaba mi abuelo, por ejemplo. No sé, pequeñas historias que tienen que ver con lo sobrenatural, que tienen que ver con lo inexplicable, que tienen que ver con la magia. Eso aparece naturalmente en los relatos de nuestras vidas. Hay algo que cuento siempre, cuando era chica me llevaban al pediatra, pero también me llevaban al curandero. A mí me resulta muy natural que estas cosas sobrenaturales aparezcan como parte casi de la realidad.
—Ese personaje, esa mujer que le prende fuego a todo, ¿de dónde sale?
—Ese fue el último personaje en entrar a la novela. Estaban las chicas, pero esas chicas, como son fantasmas no tenían una madre. Ya avanzada la escritura dije: hijas de quién son estas chicas, qué le habrá pasado a su madre cuando se mueren sus dos únicas hijas, y ahí apareció el personaje de Siomara como una mujer que está enloquecida de dolor, que no puede aceptar la muerte de sus hijas porque, además, la última vez que las vio se habían peleado, habían tenido una discusión y ella las había echado de la casa enojada, como una amenaza casi, y después no vuelve a verlas nunca más. No puede aceptar que están muertas y tiene esta característica que cuando ella está muy enojada, lo que hace es empezar a prender fuego cosas, entonces desde que murieron sus hijas lo único que hace es prender fuego a todo lo que encuentra como una manera de exteriorizar su dolor y su rabia.
—Con respecto a exteriorizar las emociones del mundo que la circunda, en el caso de su libro “Chicas muertas” usted asume un compromiso muy fuerte con este fenómeno de los femicidios. Trata tres femicidios de la década del 80 cuando el término ni siquiera estaba acuñado, pero también despliega una preocupación por la continuidad de este tipo de hechos. En la historia reciente y todos los días vemos femicidios ¿Qué le supone a usted haber escrito un libro tan tremendo y tan inspirador?
—Lamentablemente la estadística de femicidios en los últimos años no ha bajado, sino que se ha mantenido siempre, como casi constante de prácticamente un femicidio por día. A mí me llama la atención porque en estos últimos años, a partir de ni una menos, que fue en el 2015 para adelante, hubo mucho activismo en las calles, en las escuelas, del feminismo y de tratar de hablar de estos problemas, de desnaturalizar la violencia de género y, sin embargo, a pesar de todo eso, la tasa de femicidios no baja. No tengo una explicación, por lo que me llama mucho la atención. Lamentablemente el panorama sigue siendo muy parecido y ahora empeora, porque muchas políticas estatales que se habían logrado en ese sentido, ahora estamos en retroceso porque se cerró el Ministerio de la Mujer, los lugares y oficinas donde la mujer que tenía algún problema en su casa podía llamar para pedir asesoramiento y protección están desmantelándose. Lamentablemente no tengo más que una mirada pesimista sobre lo que pasó hasta ahora y todo lo que puede empeorar.
—¿En qué está trabajando en este momento?
—Estoy en la última etapa de la escritura de un perfil sobre Alberto Laiseca, que fue mi maestro de escritura. Lo estamos haciendo con un grupo de amigos que también fue su último grupo de taller. Estamos ya casi cerrando el libro. La idea es que salga el año que viene. Fue un trabajo de los últimos dos años, que venimos trabajando en eso.
—Un consejo para aquellos que están dedicados o se quieren dedicar a la escritura
—Juntarse con otros. Cuando empecé a escribir tenía otros amigos que escribían y nos juntábamos y nos leíamos y nos dábamos consejos, aunque ninguno sabía mucho en ese momento y siempre para mí la escritura con otros, compartir los procesos, ha sido iluminador.
A continuación, compartimos la entrevista subida a nuestro canal de YouTube, al que se pueden suscribir gratuitamente para seguir nuestras entrevistas y notas culturales.
*Fundador de Diario Cuarto Poder. Periodista, profesor de Letras e Historia y escritor.
Datos de la autora
Selva Almada nació en Entre Ríos en 1973. Es autora de “Los inocentes” (2019), “El mono en el remolino. Notas del rodaje de Zama de Lucrecia Martel” (2017), “El desapego es una manera de querernos” (2015), “Chicas muertas” (2014), y “El viento que arrasa” (2012), entre otros libros.
Su obra está traducida al inglés, francés, alemán, holandés, portugués, turco y sueco.
En 2019 recibió el First Book Award del Festival Internacional del Libro de Edimburgo por la traducción al inglés de su novela “El tiempo que arrasa” (The Wind That Lays Waste).