Por Marcelo Pérez | Para Diario Cuarto Poder. La caída de la demanda de dinero y el repudio por el peso, son el problema económico más grave del país. La actual política monetaria destruye el balance del Banco Central de la República Argentina (BCRA).

En este escenario en el cual se agranda el pasivo y achica el activo relevante del BCRA y considerando expectativas racionales, lo más sensato es descontar una profundización de la caída de demanda de dinero de aquí a fin de año, lo cual significará mayores desequilibrios cambiarios y monetarios.

El deterioro del balance del BCRA muestra que más temprano que tarde el dólar volverá a saltar para poner los (crecientes) pasivos en pesos en línea con los (decrecientes) activos en dólares.

Luego, convalidación monetaria mediante, el peso perderá más poder adquisitivo y la inflación se acelerará más. De aquí al 27 de octubre, el escenario monetario será difícil.

El gobierno proseguirá intentando maquillar los problemas, poniéndole hielo al termómetro de la fiebre. El BCRA seguirá perdiendo reservas para sostener el dólar en torno a $60.

Pero en realidad, los problemas se estarán incubando y agrandando debajo de la alfombra. El período entre las elecciones y el 10 de diciembre se volverá todavía más complicado.

Posteriormente y teniendo en cuenta las medidas que se mencionan tomar (somos pesimistas), lo más probable es que el escenario macroeconómico de fin de año y los primeros meses de 2020 se compliquen aún más.

En este marco, el aumento del dólar incrementará el peso de la deuda en términos del PBI. La deuda se hará más impagable.

Por un lado, cada vez se necesitará más superávit primario para que la deuda sea sustentable en términos temporales y pueda ser refinanciada, pero por el otro, las medidas de política fiscal recientemente adoptadas agrandarán el resultado negativo antes del pago de intereses.

Ergo, el bache fiscal y la dimensión del ajuste fiscal que se necesitan para evitar el default total crecen. Dado este panorama, las posibilidades de refinanciamiento desaparecen y el riesgo de mayor default no sólo aumenta, sino que se acerca vertiginosamente en el tiempo.

El default total o pleno parece casi inexorable. ¿Por qué? Primero, porque ningún político con posibilidades de ganar las elecciones diagnostica que hay que hacer un ajuste fiscal de 5 o 6 puntos del PBI, que es lo mínimo que se necesita para evitar el default.

Ergo, no va a haber ajuste fiscal alguno, y en consecuencia no se va a refinanciar la deuda. Segundo, porque no vamos a crecer, y en consecuencia; no se puede pagar la deuda.

En este sentido, hay que remarcar que mientras el sector privado continúe ahogado por el Estado, no pueda hacer negocios y no gane dinero, no se va a invertir, no habrá acumulación de capital y por consiguiente, se continuará sin crecer “en serio” y sin generar puestos de trabajo.

Para lograr desahogar al sector privado hay que achicar el Estado y bajar impuestos; nada que se encuentre en la agenda actual de ningún político.

En este escenario, no hay que descartar que se vaya a un default interno con las LELIQs y pases netos, ya que el balance del BCRA está cada vez más quebrado y los pasivos no remunerados son impagables.

La otra alternativa es pagar todas las LELIQs, lo cual sería más monetización, más dólar y más inflación. A su vez, hay que considerar que muy probablemente se defaulteará al FMI, ya hay que pagarle usd52.613 MM a lo largo de los cuatro años de la próxima presidencia.

En este sentido, el candidato Alberto Fernández ya ha manifestado su intención de extender plazos. Extender plazos sin subir la tasa de interés o incrementar el capital adeudado es default, ya que disminuye el valor presente del contrato en detrimento del acreedor.

Del otro lado de la negociación con el FMI estará el default a los bonistas, con quienes hay vencimientos.

En este marco, hay que tener en claro que la salida a “la uruguaya” planteada por Alberto Fernández no es una opción. ¿Por qué? Porque es comparar peras con manzanas.

Hay dos motivos: Primero, en 2002 la deuda uruguaya eran usd5.200 MM y EEUU “puso” usd1.500 MM. En otros términos, los vencimientos de deuda que Argentina deberá afrontar durante los próximos cuatro años son 50 veces el monto de la deuda uruguaya involucrada en la reestructuración de comienzos del siglo XXI, lo cual implica niveles de profundidad y complejidad muy superiores en el caso argentino.

Este último punto queda expuesto comparando la cantidad de tenedores de deuda en un caso y en el otro.

Segundo, Uruguay hizo un ajuste fiscal de 4 puntos porcentuales del PBI en el primer año, y otro punto adicional en el segundo año. Opción que, como ya hemos explicado, parecería estar fuera del menú de opciones para Argentina en 2020.

La mayor caída de la demanda de dinero y la profundización del default pronosticados para 2020 implican mayores desequilibrios económicos, más exceso de demanda (oferta) en el mercado cambiario (dinero) y más exceso de oferta en el mercado de bonos, lo cual potenciará el aumento del costo de capital y desploma (aún más) la inversión y la acumulación de capital.

En este escenario, lo más probable es que el nivel de actividad 2020 sea peor que en 2019 y 2018. No sorprende que 2020 sea peor que 2019 y 2018, tan sólo es la tendencia de los últimos años y la consecuencia de una mayor caída de la demanda de dinero y el default.

Después de todo, el exceso de demanda en el mercado cambiario y de oferta de pesos en el mercado de dinero, implica exceso de oferta tanto en el mercado de bienes y servicios, como en el mercado de trabajo.

Por el lado del mercado de bienes, habrá menor actividad. En el mercado laboral, menor empleo y peores salarios. Se contrae la oferta agregada y cae la demanda agregada, consecuentemente el nivel de ingreso se desploma.

Todo “esto” implicará más pobreza e indigencia; también mayor inseguridad. Cuanto más alta sea la inflación, “todo” será peor.

En cuanto más tiempo se hagan las cosas mal, mayores serán las consecuencias negativas, ya que los costos se acumulan unos sobre otros.

De hecho, la performance 2012/2019 lo avala contundentemente. El dólar pasó de $4 a $8; $10; $15; $23; $27; $30; $37; $45 y $60. La inflación pasó de 20%, a 30%; 40%; 50% y 60%, mientras que la caída del PBI per cápita se acelera y potencia.

Sin reformas estructurales de fondo, que ningún candidato presidencial diagnostica ni nombra, el escenario macroeconómico 2020 será más complicado que el escenario macro 2019.

Sin cambios de fondo, sin una reforma del Estado, sin un ajuste fiscal de por lo menos 5 puntos del PBI, sin bajar impuestos para desahogar al sector privado permitiéndole hacer negocios y ganar dinero para incentivar la inversión y la acumulación de capital, sin una reforma del BCRA que sanee su balance y sin una reforma laboral, lo más sensato es esperar que todas las tendencias actuales se profundicen en 2020: más dólar caro, más inflación alta y peores niveles de actividad.

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