María del Carmen Mendoza y Julio Eudoro Campo se casaron a los 18 años y tuvieron a Cesar (47) y a Sergio (37). Los cuatro se contagiaron de coronavirus, pero el matrimonio falleció.
María del Carmen Mendoza y Julio Campo, de 65 años, habían conocido en plena adolescencia y, desde entonces, se convirtieron en inseparables. Se casaron a los 18 años y tuvieron dos hijos: Cesar y Sergio, quienes les dieron 7 nietos. Estaban a punto de cumplir medio siglo juntos, pero el COVID-19 le puso el punto final a esta historia de amor, con el desenlace más triste e inesperado.
Cesar Campo tiene 47 años, trabaja como maquinista gráfico y es el hijo mayor de este matrimonio. En una entrevista aseguró que su padre vivía a través de los ojos de su madre: “Mi mamá era todo para él”, contó emocionado y recordó que el mismo día en que María del Carmen falleció, Julio se descompensó severamente, a pesar de que estaba intubado pero se encontraba estable.
En julio, el coronavirus llegó a esta familia y los puso contra la pared: no sólo se llevó la vida del matrimonio, sino que también, golpeó a Cesar ya que -al igual que su hermano Sergio, de 37 años- se contagió y su cuadro fue tan grave que estuvo internado casi un mes. En el medio, sus padres fallecieron con apenas 13 días de diferencia.
Fue su hermano menor quien tuvo que darle las terribles noticias y hacerse cargo del entierro de sus padres. Todo, mientras Cesar no podía moverse de la cama del hospital. La última vez que los pudo ver fue cuando se los llevaron en la ambulancia, pero nunca pudo despedirlos.
-¿Cómo y cuándo se enfermaron sus padres?
-Desde que empezó la pandemia, sólo salían de su casa de Claypole para hacer las compras en auto. Eran muy cuidadosos y no recibían a nadie, así que no entiendo cómo se pudieron haber contagiado. Incluso, mi papá había dejado de ir a trabajar por precaución.
-¿Cuándo tuvieron los primeros síntomas?
-Mi padre nos dijo que se empezó a sentir mal justo para el Día del Padre, así que fui a verlo con mi hermano y, cuando llegamos, nos encontramos con que los dos estaban mal: ambos estaban en cama. No querían que llamáramos al médico y nos decían que no nos preocupáramos. Pero al otro día que volvimos, mi mamá estaba sola, se sentía mucho peor y mi papá no estaba, porque había ido a buscar a un enfermero para que la viera. Mi papá apenas podía caminar y también se sentía mal, así que subimos a los dos al auto y los llevamos al Hospital de Solano. Los dos tenían COVID-19, por eso, mi hermano y yo tuvimos que aislarnos, aunque después se confirmó que ambos nos habíamos contagiado.
-Ahí quedaron internados…
-El 9 de julio mis padres quedaron internados juntos en la misma habitación. Al otro día, me llamaron del Hospital para decirme que mi mamá se había descompensado: saturaba muy mal, así que la intubaron y la llevaron al Centro de Complejidad de Florencio Varela. Estaba muy mal.
-¿Qué pasó con su padre?
-Se quedó solo en la habitación durante los dos días posteriores que se llevaron a mi mamá. Empeoró y lo tuvieron que llevar a Wilde, porque ya no había lugar en el Centro al que ella había sido trasladada. Lamentablemente, también tuvo que ser intubado. Solo alcancé a verlo cuando lo subían a la ambulancia: lo mismo que me pasó con mi mamá.
-Usted y su hermano se aislaron…
-Junto a mi hermano, tuvimos que estar aislados dos semanas en la casa de mis padres y, durante esos días, nos iban dando el parte médico de ambos. A los 15 días, mi hermano estaba recuperado y había tenido síntomas leves. Sin embargo, dos días después, yo me empecé a sentir muy mal. Se me cerraba el pecho y tenía fiebre muy alta. No podía comer. Fui al Hospital y la placa que me hicieron salió bastante mal. Me mandaron a mi casa y aguanté un solo día: tuve que volver y me internaron.
-¿Qué pasó durante la internación?
-Me internaron durante 22 días, viví un infierno mientras mi cuerpo luchaba contra el virus. Eso, al margen de que mis padres también seguían internados y yo no podía ni siquiera hablar con ellos.
-¿Cómo se enteró de la muerte de sus padres?
-Un día, lo veo entrar a mi hermano a la habitación. Como él ya estaba recuperado, lo dejaron ingresar sin problema. Apenas lo vi, me imaginé que había pasado algo… Mi mamá había fallecido ese 29 de julio. A los pocos días, el 11 de agosto, murió mi papá. Después de eso, tuve que quedarme una semana más internado con oxígeno y el hisopado me seguía dando positivo, pero ya me sentía mejor. Aún me quedan secuelas del COVID-19, porque me tiemblan las manos, me sube la presión arterial y me cuesta estar parado durante mucho tiempo.
-Pero las malas noticias no terminaron allí…
-No, aún me esperaban más malas noticias. Todavía no había podido caer con lo que había pasado con mis padres y aún hoy, no logro comprenderlo. Ellos fallecieron y yo salí de la internación. Llegué a la casa que alquilaba -con la presión en 18 y con palpitaciones- y mi mujer me dice que teníamos que desocuparla de inmediato: los dueños la habían vendido. Nunca nos dieron un contrato porque eran conocidos de hace varios años.
-¿Qué hizo, entonces?
-Me senté a hablar con mi hermano, que también tiene a su mujer y es padre de 5 hijas, y decidimos que todos nos mudaríamos a la casa de nuestros padres. Así que, acá estamos todos juntos. En muy poco tiempo tuvimos que tomar muchas decisiones juntas, casi sin analizarlas, pero ambos teníamos que seguir pensando en nuestros hijos. Mi hermano es 10 años más chico, así que hoy nos aferramos y nos apoyamos muchísimo. Los dos, junto a nuestras esposas y nuestros 7 hijos, vivimos en la casa que desgraciadamente quedó vacía.
-¿Cómo es esta nueva convivencia en medio de tanto dolor?
-Con mi hermano siempre nos apoyamos. Mi familia es muy especial. Son mi mujer y mis dos hijos: Lautaro, de 15 años, y Tomás, de 16. Ambos tienen retraso madurativo y necesitan tomar medicación a diario. El mayor estaba feliz porque -después de mucho esfuerzo- había empezado la secundaria en una escuela común, ya que antes iba a una especial. Pero terminó teniendo apenas unos días de clases por la cuarentena. Estudia con la computadora, pero claro que no es lo mismo, porque necesita relacionarse con chicos de su edad. Mi hijo más chico no habla y se maneja por señas. Justo estaba por empezar un tratamiento para el habla, pero por la pandemia, nunca pudo hacerlo. Ambos necesitan sus remedios, que no siempre los tenemos. La Obra Social del Personal Gráfico tiene que dar tres cajas por mes, pero nos dan dos y una queda siempre para el mes próximo ¿Qué necesitan? Valnar de 500 mg, Levomepromazina de 2 mg, Olanzapina de 5 mg, Prometazina de 25 mg y Tioridazina de 10 mg.
-¿A qué se dedicaba su padre?
-Mi papá trabajaba en una mandataria de taxis, pero siempre lo tuvieron en negro. El día que murió lo llamé al dueño -que era el jefe de mi papá- para pedirle 20 mil pesos para el entierro. Me dijo que no tenía esa plata, que estaba quebrado… Estoy hablando de una persona de muchísimo dinero, que tiene un Mercedes-Benz, dos casas y 45 autos trabajando para él… Mi papá tiró a la basura 25 años de su vida. El jefe nunca más me llamó y se lavó las manos. Jamás le hizo los aportes… Mi papá se pagaba hasta la clínica en la que se atendía, sus remedios…
-Nunca pudo despedirse ni de su madre, ni de su padre, ya que Ud estaba internado y ni siquiera pudo asistir al cementerio
-No me entra en la cabeza lo que pasó con mis padres… Ni siquiera pude despedirlos en el cementerio, porque yo estaba internado y bastante grave. No podés cerrar nada de esta manera, queda todo inconcluso. La última vez que los vi fue cuando los subían a la ambulancia.
-¿Cómo vivió cada uno de sus padres la enfermedad del otro?
-Mi papá ya estaba intubado y empeoró desde que mi mamá se puso muy mal. No se preocupaba por él, solo por ella. Mi mamá era todo en su vida. Eran inseparables. Cuando estuvieron internados juntos mi papá estaba bien, pero cuando se llevaron a ella, desmejoró por completo. Hay algo muy notable que sucedió y fue que el día que mi mamá falleció: a mi papá se le descontroló todo el organismo y se descompensó…. como si lo hubiera presentido. Los médicos nos dijeron que fue algo inentendible, porque mi papá estaba controlado. Le aplicaron plasma de una persona fallecida y con el mismo factor de sangre, pero no funcionó.
-Fue su hermano, Sergio, quien tuvo que ocuparse de ambos entierros, ya que Ud. estaba internado y grave
-Sí. Las dos veces se encargó de acompañar a mis padres al cementerio de Rafael Calzada. Lo único que pudo hacer es seguirlos desde lejos, detrás de la ambulancia que llevaba sus cuerpos. Cuando llegaron, un hombre sacó la mano por la reja y le dijo que le daba el número de tumba para que, cuando el cementerio se reabriera, pudiera encontrarlos. Pero, todavía no se puede entrar ni para llevarles una flor.
-¿Qué piensa cuando ve a aquellas personas que minimizan las posibles consecuencias de este virus y no se cuidan?
-Veo que hay gente que se toma este tema como si fuera un chiste y creen que a ellos no les va a pasar. En el Hospital, se amontonaban mientras les hacían el test de COVID-19. No se dan cuenta que esto le puede pasar a cualquiera. Al principio de la internación, sentí que me moría. Es increíble cómo tu cuerpo se descontrola. Hay que cuidarse muchísimo y yo lo sigo haciendo, a pesar de que algunos hablan de la supuesta inmunidad por haber tenido la enfermedad. Nadie sabe cómo puede reaccionar el organismo hasta que uno se contagia. De hecho, ni la mujer de mi hermano, ni la mía, ni nuestros hijos se contagiaron. ¡Y mire lo que nos pasó a nosotros y a nuestros padres!
-¿Los siente más cerca ahora que con su hermano, sus mujeres y todos sus hijos volvieron a la casa paterna?
-Sí. Ahora que estamos los dos hermanos y nuestras familias en la casa de mis padres, cada noche me acuesto donde ellos dormían. Siento que hice todo lo que estuvo a mi alcance. Nosotros, tratamos de seguir por nuestros hijos. Pienso en ellos y, si estoy amargado, por ejemplo, les voy a arruinar hasta la Navidad. A mis padres, los voy a recordar como fueron y no voy a olvidarlos nunca. Eso es lo mejor que me puede pasar: tenerlos siempre en mi corazón.