Qué piensan el ala dura del macrismo. Por qué Lousteau podría convertirse en la carta radical. La estrategia de cada fuerza. De los roces en Asia a esta negociación.
Todavía hoy, ya con Mauricio Macri de regreso en la residencia de Olivos tras una semana de transitar por tierras asiáticas, continuaban los reproches en la cima del Gobierno. ¿A quién se le ocurrió subir al avión a Martín Lousteau? A los funcionarios de primera línea les parece un desaire que el diputado haya dado una entrevista en plena gira para decir que el macrismo no debe tener miedo de abrirle el camino de las primarias a sus socios de la UCR. El Presidente pasó un momento de malestar y tuvo que convivir con Lousteau en Nueva Delhi y luego en Hanói sumido en la sorpresa y la resignación.
En Buenos Aires se buscaban responsables y se apuntaba a Emilio Monzó como el autor de la iniciativa. En el entorno del presidente de la Cámara de Diputados sentían el acoso y se defendían: “Nosotros propusimos llevar a los referentes de cada bloque en el Congreso y a Mauricio le pareció bien. Lo que pasó fue que los demás se bajaron. ¿Qué culpa tiene Emilio si todo siempre se termina definiendo desde la Rosada?”. Hasta Elisa Carrió interrumpió su descanso en Punta del Este para expresar su enojo. Cuentan que llamó a sus nexos en el macrismo porteño para decirles que le parecía un desatino que alguien le dijera en las narices al Presidente lo que tiene que hacer. Estaba furiosa con los radicales: “Siempre hacen lo mismo”, era lo más suave que transmitía.
Martín Lousteau, en India, con el primer ministro Narendra Modi.
Lo cierto es que la frase de Lousteau llegó con la fuerza de un puñal porque se produjo en el mismo momento en que el la mesa de decisiones electorales del PRO ya comenzaba a ceder ante el insistente pedido de la cúpula de sus socios de la UCR de negociar una interna rumbo a las elecciones generales de este año.
“Son nuestros socios. Nos parece natural que quieran competir si creen que tienen alguna chance o que nos ayudan a potenciar la candidatura de Mauricio. ¿Por qué deberíamos negarnos?”, se planteaban. El tema era eje de conversaciones informales en Buenos Aires y Nueva Delhi.
Mauricio Macri con su esposa Juliana Awada y Martín Lousteau. Podría ser rivales este año.
Una fuente insoslayable de la UCR, incluso, reveló que la cuestión electoral había sido abordada en alguna charla previa a la gira entre el propio jefe de Estado y Lousteau. Los avances de ese y otros diálogos reservados estaban a punto de ser blanqueados cuando se produjo el latigazo verbal del ex embajador en Estados Unidos. Eso, de algún modo, los desconcertó. En el macrismo suelen cuidar las formas. No quieren quedar ahora como cediendo frente a la supuesta presión mediática después de lo que consideran un claro desplante.
“Martín siempre fue un chico caprichoso”, lo atacan. Tal vez sean los primeros roces de campaña. Hay un sector del radicalismo que ve en Lousteau al postulante ideal para retener al votante de Cambiemos que hoy está descontento con Macri y que en ningún caso optaría por Cristina Kirchner. Él lo está evaluando. La idea lo entusiasma. Los promotores de su desembarco le susurran: “Una cosa es que seas candidato a jefe de Gobierno y vuelvas a perder con Rodríguez Larreta y otra es instalarte como opción en todo el país y perder contra el Presidente”. Pero no es confianza justamente una característica de la que carezca el equipo de Lousteau: “¿Y si Martín da el batacazo?”, preguntan quienes se mueven a su lado.
En el Gobierno, acaso más preocupados por no profundizar heridas internas que por motivaciones reales, asumen que se sentarán a negociar. “Estamos abiertos a competir. Ya lo hicimos en 2015”, avisa un integrante de la mesa nacional que hasta no hace tanto negaba esa chance. El período en el que se plasma la discusión es delicado. La economía sigue en el ojo de la tormenta, el dólar volvió a inquietar esta semana a los cerebros de la campaña macrista y la mayoría de los encuestadores están marcando que, aun en el mejor escenario, no hay una ventaja importante de Macri sobre Cristina. En ninguna medición hay probabilidades de un triunfo en primera vuelta y el balotaje asoma difuso, sobre todo si por alguna razón la ex presidenta decidiera no competir.
Elisa Carrió se hizo escuchar desde Punta del Este.
La estrategia de abrir la interna presidencial divide al macrismo. Hay un ala blanda que prioriza la convivencia con la UCR para no generar fantasmas de ruptura en Cambiemos, pero existe un sector duro que se prepara para dar batalla. “Si quieren disputarle unas primarias a Mauricio que el radicalismo también presente candidatos en la Ciudad de Buenos Aires y la Provincia. Y que el que saque menos de 35 por ciento de los votos se quede sin representación en las listas”, confió uno de esos dirigentes a este diario. Es un esquema similar al que implementó Alfredo Cornejo en Mendoza, esgrimen.
El presidente del radicalismo fue el que diseñó el plan de competir con Macri. La iniciativa fue resistida al principio por algunos dirigentes fuertes de su mismo partido, como los gobernadores Gerardo Morales (Jujuy) y Gustavo Valdés (Corrientes). Creían que así podía debilitarse la figura de Macri. Pero las malas noticias llegaron antes, cuando la imagen presidencial fue perdiendo brillo frente a la sociedad. Así, lo que empezó como una movida clandestina asomó con fuerza pública este verano.
La cereza del postre fueron las declaraciones de Ernesto Sanz empujando la interna. “Algunos votantes desencantados pueden encontrar una vía de expresión con una primaria. La UCR tiene que estar dispuesta“, dijo en radio Mitre. En otros tiempos, Sanz era el radical que más frecuentaba la Casa Rosada. Era tan afín que en la UCR le reprochaban estar más cerca del Presidente que del partido.
Nunca nadie dio una explicación en el Ejecutivo acerca de qué pasó con él. Vale decir: en mayo del año pasado el Gobierno lo había convocado para “relanzar” una mesa política. Hubo hasta una promocionada foto en los jardines de Olivos de la que también participaron Marcos Peña, Rogelio Frigerio, Monzó y Morales. No volvieron a reunirse.