Todos Somos Hijos | La Sociedad Argentina de Escritores (SADE) filial Tucumán, con la colaboración de Editorial Trascendernoa, realizaron un libro compuesto por 56 autores. La convocatoria estuvo abierta 72 horas y se seleccionaron los mejores textos de escritores de Tucumán, Santiago del Estero, Córdoba, Santa Fe, Catamarca, Jujuy, Salta y Buenos Aires.
La compilación es un aporte literario para compartir el Día de la Madre a través de las redes sociales (Facebook, Instagram, WhatsAap, y cualquier soporte digital que pueda leer PDF. ¡Que mejor que quedarse en casa y leer buenos poemas!!
Sazón de la vida (Alejandra Burzac Saenz – San Miguel de Tucumán)
A veces puedo encontrarte en el silencio
pero nunca en la quietud.
Eran tantas tus ganas de brindarte
que movías con maestría las manos
sobre la tabla, las cacerolas.
El fuego muchas veces te hizo saber
que no era leve
el azulino color de su estructura.
Aún así fueron sabores tus caricias
bocados tus mimos
y tus reproches.
Cocinar era en tu lenguaje
sinónimo de Amor plural y sacrosanto.
La sonoridad de los cubierto
en tu mesa inclusiva
era metáfora de te quiero,
me importas, te comprendo.
Masticamos el mundo de la infancia
condimentado por ti a punto justo.
Alimentabas el cuerpo y el alma.
El mando del cucharon era la escusa
para amarnos,
la cocina fue tu templo
y el nuestro madre.
La mejor de las sazones siempre
fue tu esencia.
Te debo mi ser (Analía Mariela Díaz – Las Talitas, Tucumán)
El terciopelo
De tu piel
Marcado quedo
En la mía.
La primera mirada,
tuya fue.
Esa tierna sonrisa,
me regalaste vos.
Cuando crecían mis temores
al llegar a este mundo,
solo una persona
Calmarlos pudo.
Esas ansias de vivir,
Volar, crecer y amar,
Solo pude heredar de vos
MAMÁ.
Luchadora de la vida (Ayelén Gros Juárez – Santiago Del Estero)
Madre, eres tú mi guía,
eres la que me aconseja y me cuida,
eres la que más aprecio,
lo que más quiero en esta vida
Esa eres tú,
luchadora ejemplar,
bella mujer,
agradecida estoy
desde el día en que nací.
El sentir tus suaves manos
cuando chocan con las mías,
y no quiero que se separen,
mi luchadora de la vida.
Compartir tantos momentos,
tanto llantos como alegrías,
siempre estás para sacarme
una bella sonrisa.
Adelante, adelante,
¡Mi luchadora de la vida!
Mamá querida (Berta Assef – San Salvador de Jujuy)
Dejaste tu tierra, tu infancia, tus afectos; valiente
joven mujer
un largo y áspero camino recorriste buscando el edén,
cruzaste mares ,atravesaste tormentas y peligros
en busca de esa tierra deseada, en busca de paz.
Enfrentaste un mundo desconocido con fe y amor,
un idioma tan distinto al tuyo, que supiste adoptar,
asumiste hábitos y costumbres, sintiéndolos propios,
y esta tierra generosa te acogió por tu tesón.
Formaste una familia con tus grandes valores,
educación y trabajo fueron tu guía y tu fuerza,
seguiste empujando sola, cuando partió tu hombre,
con todo el precioso bagage que trajiste de tu tierra.
Recibiste ya, con tu cabeza cana, la paz y la alegría;
de haber formado hombres de bien, en esta sociedad;
brindaste por estos lares, que ya eran los tuyos,
con todo el orgullo de lo que lograste con amor.
Yo, mamá (Beatriz Masiero – Marcos Juárez, Córdoba)
Yo puse tu canción favorita cuando tu cuerpo ya casi
no respondía y te arranqué la última leve sonrisa.
Yo derramé la primera lágrima sobre tu mano aún
tibia.
Yo escogí tu mejor camisón de satén para ser tu
último vestido.
Yo elegí tu ataúd y cubrí tu cuerpo con el traje de
novia que querías llevarte.
Yo guardé entre los pliegues de tu mortaja el regalo
de aquel otro tardío amor casi prohibido.
Yo arreglé la hora de tu entierro y el traslado de tu
cuerpo para descansar junto a papá.
Yo aprendí a tejer crochet para terminar tu último
tejido inconcluso.
Yo repartí entre tus nietos tus valores más preciados.
Yo usaré tu cartera y pondré tu mantel bordado en
mi mesa.
Yo espero llamarte cada día a las cinco en punto para
contarte mis alegrías, mis tristezas o simplemente
que compré una blusa barata.
Yo quemé tus viejas y amarillas cartas de amor.
Sí, yo mamá.
Hoy lo Comprendo (Beatriz Teresa Bustos – San Francisco, Córdoba)
Lejanos rostros traen los pájaros de agua.
La casa, herida de azucenas canta su liturgia
Por las huellas que ha dejado la lluvia en los cristales,
el jardín se me ha vuelto confusa policromía.
Mi alma ha estado por horas en el cuarto,
buscando soles en las viejas cartas
que ha guardado el cofre de la vida.
Cuando pasajera de la sonrisa recorría universos de
infancia
y buscaba en las huellas de la siesta,
mi nombre encendido de quimeras y palabras.
Cuando colmada de besos maternos
mi rostro maduraba, y creía eternos a mi madre con
su magia.
Cuando la lluvia por días tejía un manto gris sobre las
almas,
ella escribía sobre blancas sedas, milagrosas palabras.
Nunca me permitió leerlas cuando niña, decía:
—son para cuando crezcas, para el tiempo del espejo
y de la piedra.
Y fui creciendo… mariposa temerosa del verano,
estremecida por el viento de la razón
ante la incomprensible muerte de los años,
que triunfales avanzaban por mi piel, con su tirano
carrusel.
Después, aprendí a florecer entre cantos y estrellas
y olvidándome de mí, llevé en los brazos otros
sueños,
los que un día —por ley de vida— buscaron otro
cielo.
Entonces, amasé pan de lágrimas para mis besos,
y me di sin reservas a andar la niebla de mi pecho.
Fueron las palabras escritas por mi madre,
las que alumbraron el camino nuevo,
las que cada día me dicen que la vida, es tan solo
semilla de purificación para lo eterno.
Cada vez que las medito, me parece oírla decir,
—son para el tiempo de la piedra y del espejo—…
Hoy lo comprendo.
Septiembre te la llevaste (Bertalina Herrera)
Cierro mis ojos para traerte
real, tangible, ¡toda mía!
Madre inmensa amada.
La huella que dejaste se agiganta día a día.
Te llamo y estas conmigo.
Serena, activa, coqueta.
Tu amor perdura al recordarte
como un perfume mágico.
Estas en la brisa fresca y en la noche plateada.
Silenciosa, callada
como el rocío de una primaveral mañana.
Mis días se iluminan al pensarte.
Septiembre lloró tu partida.
Te recibieron los santos y la Virgen María.
Me faltas pedacito de cielo estrellado
Ángel mío dorado.
Las mujeres que habitan el país de las madres (Carlos Brid – General Pacheco, Tigre, Buenos Aires)
hay una mujer que tiene
un remanso de amor en sus ojos,
y en el fondo de su iris
una hoguera cálida,
para curar las angustias.
El resplandor de su sonrisa
es sobre los días,
una corona de vida,
un claro de luna
de manos extendidas
y en su rostro se ven
dibujos de arrugas buenas.
Se de ella
porque de su sangre
se inició la magia de mi vida.
El relato del viento,
alfombrado de lunas,
lleva su foto gastada de besos.
Tiene en ese fondo de sepia
la majestuosidad de lo eterno.
El rugir de las aguas
que no se detienen,
y el canto de los pájaros alegres.
Una mujer
que fue refugio de llantos,
praderas suaves de consuelo.
hija del mar de las emociones,
y viajera incansable en las estaciones.
De esa mujer,
donde habite en su vientre
y fue rostro de tantas otras,
me queda el bello recuerdo.
—Abracemos a las mujeres
que viven este tiempo!
y recordemos con ternura,
a las que ya están en el cielo.
La última vez (Carlitos Monteros – S. J. de Metan, Salta)
Nada extraño tanto como la
presencia de mi madre que partió
una tarde de Otoño del ´96.
Resistencia, 13 Enero‘98
Sus manos rugosas
en suaves recorrido
bendijeron los surcos
de mi rostro.
Y su voz quebrada
de tiempo añoso
sonó a campanas
volando cuando dijo:
—cuídate hijo.
Al volver la mirada
la vi agitando su mano
en lo alto
y los ojos mojados
brillaban a despedida
en la calle larga.
Fue la última vez
que vi a mi madre
de pie.
A Yolanda (Carmen Liliana Bianco Caseros, Tres de Febrero, Buenos Aires)
En el desamparo de la noche
Inmersa en el sobrecogedor silencio
Espero
tu mano acogedora
tu sonrisa limpia
tu mirada chispeante
tu palabra sincera
tu consejo certero
Busco en los lazos del misterio
nuestra existencia eterna
rendida a este pasaje efímero
En el paso de la historia encuentro
entrelazados esos lazos
Los veo anudarse entreverarse enredarse
por momentos tirantes y delgados a punto de
quebrarse
pero no
son indisolubles
Nuestra historia humana
tan frágil
a merced de nuestros desafueros
de nuestras pasiones encontradas
de nuestros sentimientos perplejos
que se desaparecen cuando el Amor triunfa
¿Te vas? ¿Estás? ¿Te fuiste?
Solo vos sabes desde qué plano ahora
llegas a vernos
Yo sé vos también sabes
que te llevo prendida
en un pliegue de mi alma
En el desamparo de la noche
Inmersa en el sobrecogedor silencio
Encuentro
tu mano acogedora
tu sonrisa limpia
tu mirada chispeante
tu palabra sincera
tu consejo certero.
Madre (Elba Susana Juárez – San Miguel de Tucumán)
Caricias tiernas, palabras dulces, sonrisas melodiosas.
Si alguien me preguntase que significan para mí
esas cosas, sin duda alguna contestaría “Mi Madre”.
Porque sus palabras ya no son de enojos,
ni de reclamos.
Ahora son como la brisa suave que acaricia el rostro.
Sus delicadas manos, son como terciopelo posadas
en otra madre…
Sus sonrisas contienen la sinfonía de Beethoven
que al escucharlas, hasta los pájaros se contentan
con ellas.
Madre, cuántos camino se abrieron
para verte llegar aquí,
a este aquí y ahora.
Donde yo contemplo tu rostro, marcado por los
tiempos,
Con ese brillo en los ojos que denotan tu sabio
silencio.
Madre (Ellen Miserere de Pochettino – Marcos Juárez, Córdoba)
Emblema indeleble,
raíz y fruto, caricia estremecida,
bálsamo protector en mi niñez lejana.
Asida a las nubes del tiempo,
navego espacios increíbles
y en retorno fugaz me cobijo,
en la muelle oquedad de tu regazo.
Acurrucada, silenciosa, percibo…
¿un murmullo?,
¿na tierna cadencia?,
¡un arrorró!
Con lentos bostezos, regreso a mis sueños
con tintes rosados y sabor a miel.
Acunada en vaivenes de añoranza
sorprendo aromas:
a tostadas mañaneras,
a carne adobada,
a ravioles elaborados uno a uno,
a postres caseros con gustillo propio.
Reestreno cada prenda tejida con tu empeño,
cada modelo que hilvanaste entusiasmada
sin medir esfuerzos, ni lamentar cansancios.
Vuelvo a recorrer a tu lado
rincones embebidos de azahares,
canteros bordeados de violetas,
rescoldos de añejos asados,
vestigios de floridas vivencias.
Quiero reflejarme en tu mirada,
sentir el aleteo de tus labios en mi frente,
volver a oír tu voz calmando mis temores,
aferrar mis manos a las tuyas,
como antes,
desde hoy,
y…
Ser Madre (Emily Negri – Lules Tucumán)
¿Qué es ser una madre?
Es ser el ángel que Dios envía,
para que nos cuide y guíe
en el camino de la vida.
Es convertirse en el pilar
que sostiene el hogar,
para mantener firmes
a tus retoños en la adversidad.
Te vuelves una guerrera,
resiliente y perseverante
recibiendo los golpes
para que a tus hijos no lastimen.
Aprender con los años
la profesión de ser mamá,
siendo fuerte, sin dejarte vencer
y así a tus niños mantener de pie.
Una fuente inagotable de cariño
siendo sempiterno tu amor,
eso es ser madre, ser un todo.
en una sola alma y un sólo corazón…
Madres (Ernesto Rojas -San Miguel de Tucumán)
madre–tierra, madre–luna, madre–amiga,
madre–hermana, madre–sol, madre–poeta,
madre–sai, madre–océano, madre–soledad,
madre–pájaro, madre–padre,
hay una proximidad entre tus manos
invisibles
llena de pudores,
hay un niño que cierra los ojos
cuando es de noche
en la bruma de los sueños
madre tan callada
como una promesa cierta
y revolucionaria
madre sin condena
la vida misma me invade
cuando muere el silencio.
Te espero detrás del sol
al nacer y al morir,
como cuando las sombras
aplacan el grito.
(Del libro “Final de batalla” 2020)
Isabel (Estela Alvarracin “Maximiliana Alvarracin Zucal” -Santiago del Estero)
Madre
en soledad te nombro.
Gracias.
Mis recuerdos te invocan,
transitando
las mieles de infancia.
Tu voz
sólo tu voz
quisiera
un instante
volver a escuchar.
Añoro los años,
que mis cabellos trenzabas.
Alma bondadosa,
aura protectora
siempre dispuesta,
a derribar mi tristeza.
¡Ay Madre!
flor fragante,
infinito aroma
del tiempo…
Como un pájaro sin luz (Estela Porta – Tafí Viejo Tucumán)
tan de azahares eran las siestas
habitadas de cuentos y ternuras
mariposas ebrias de feliz promesa
abrojos al viento,
como hoy
este corazón–pájaro huérfano
las palomitas de pan
bocados crocantes de recuerdos
el poncho rojo cuelga las hebras
de la infancia verde de sus flecos
sólo la nostalgia enhebra las agujas
el alma remendada
suave ensueña un organito
un perfume de naranjo en flor golpea intenso
Todos Somos Hijos 30
me devuelve tu mano, viejita
caminemos
*vamos a andar sin pensamientos
*Del tango Naranjo en flor.
Dedicado a a Elvira Porta, mi tía–mamá, in memoriam.
No sufras más madre (Eugenia Paz Venturini – Santiago del Estero)
No sufras más buena madre
tu pequeño se ha dormido
y anda jugando en las rutas
en las de otros destinos.
Donde el azul es profundo
y los sueños se han cumplido,
el tiempo ya no transcurre
y sigues siendo el que has sido.
No sufras más buena madre
tu pequeño está preocupado,
si recitas sonriente tus coplas
estará feliz escuchando.
El no comprende hoy tu llanto
ni tampoco tu pesar
es el ángel que te cuida
en tu diario caminar.
Volviendo (Fabián Seidán – Yerba Buena)
¡Qué tiempo lleno de sol! Por un caminito volviendo
estoy;
bajo una morera escondo el dolor,
de vivir varios años lejos de tu amor.
Mirando de nuevo el balcón en el que me cuidabas y
hacías reír;
volví a sonreír: recordé a mi madre besando feliz;
¿Volví a sonreír? mi mirada se humedece de nuevo
por ti…
Me da miedo mirar; con temor me acerco a mi hogar,
deseando volverla a ver, aunque sea por última vez.
Entrando a la casita, ya veo a mi “viejita”,
barriendo con pesadez, el patio de niños del ayer.
Su sonrisa me abraza el corazón, como braza que
quema en el fogón,
y yo, llorando estoy como un niño (yo que nunca
supe llorar);
llorando estoy como un niño, porque hoy regreso a
mi hogar.
Mi madre, con un largo abrazo, humedece mi
hombro al llorar,
mientras dice y repite: ¡Gracias hijo mío! por la
alegría de volverte a besar.
¡Qué tiempo lleno de sol!
A mi madre, luz de mi camino (Gabriel Alejandro López – Chascomús, Buenos Aires)
Te perdí una mañana de verano
mientras las mariposas danzaban
sobre tus malvones coloridos.
La brisa depositó en mis mejillas
la caricia de tus manos
esas, que me tomaron al salir del vientre
para cobijarme al calor en tu regazo.
Algunos errores he cometido,
también varios aciertos.
Ser madre debiste aprenderlo
como yo, en el oficio de ser hijo.
Quedan esos bellos recuerdos
de retos que hoy veo merecidos,
canciones que no se olvidan
y consejos que hoy entrego a los míos.
Te perdí una mañana de verano
de pronto, casi sin despedirnos.
Por las noches busco en el cielo
esa estrellita de plata, que alumbra mi camino.
Rastros (Gabriel Alejandro López Pepa – Santiago del Estero)
Cuando niño, de pequeño
el aroma a ti madre me acercó al amor
tus manos cálidas compartieron caminatas
tu inmenso compromiso me hizo mejor persona
eres manto en el abrazo y ánimo en la tristeza
eres toda una belleza mi querida madre
la cual supo desde siempre su lugar en mi camino
por las cosas del destino me ha tocado tu mirada
la cual miro inmaculada cual si fuera algo divino
cuando juntos compartimos momentos soñados
al volver hasta mi casa con tu cariño descarnado
puedo verte nuevamente en cada rincón mío
pues las cosas que he aprendido en gran parte son tu
aporte
seré estrella en tu norte cuando la tempestad suceda
serás faro resplandeciente en momentos de oscuridad
seremos juntos aquella partícula que no ha de separarse
pues madre hay una sola esa que por amor se inmola
cuando ve sufrir a su hijo, la que siempre estará presente
aun cuando el tiempo pase y nos despidamos del
mundo físico.
Hay un nombre… (Héctor Yocca Acuña – Santiago del Estero)
Hay un nombre pequeño, en este mundo,
que dice todo, y es solo una palabra,
que le roba a los cielos la ternura…
y alma y vida, y corazón abarca.
Hay un nombre que cubre los confines
desde los llanos, ríos y montañas,
y en la inmensa pequeñez que encierra
del cielo y de Dios tiene la Gracia.
Hay un nombre que significa todo,
amor, dulzura, entrega y la bonanza,
que entre el delirio y el dolor comulga
y es tenue viento proveedor de calma
Hay un nombre que a mares atraviesa,
y sobre toda dimensión cabalga,
que a su sola mención reinos se inclinan,
y a su gloria y honor doblan sus plantas.
Todos Somos Hijos 37
Que sin medir la grandeza de su imperio,
a una cuna y solar cubre y amara
y entre mieles de frutos y ternuras
desde el nacer nos guía y amamanta.
Que es el nombre de: Mamá, cielo y ternura…
¡Viva presencia de Dios en nuestra casa…!
Sin párrafos finales (Honoria Zelaya de Nader – San Miguel de Tucumán)
Aunque mis ojos se vistan de mentiras
no puedo, Madre, aceptar tu partida.
Constantemente necesito
rescatar el vigor de tu vientre,
volver de tu mano a mis días iniciales,
abrazar el aura del agua que acaricia,
escuchar tus testimonios insondables,
sentir tus plurales armonías
sin párrafos finales con misiones de paz
Aunque mis ojos se vistan
de sueños sin partidas,
hay algo, Madre, que me afirma
que estás junto a tus hijos.
Y yo creo,
y deletreo.
y albergo jubilosa
tu presencia
Me habita Algo
que convierte el polvo en Luz.
A mi madre (Hugo Orlando Ramírez – Santiago del Estero)
Andan girasoles luminosos
por tu corazón,
madre del sueño.
Sales a velar el porvenir
de quienes
nunca terminarán de ser tus hijos.
Isla en este océano
donde a menudo nos perdemos.
Colmena en primavera,
no voy a renunciar a esta luz
de encontrarte todas las mañanas
en el fresco de la tierra regada.
Madre del sueño
de los pájaros errantes que me habitan.
Tuyo es el huerto que cultivo
con las manos que un día modelaras.
Generadora de trigales que esparces por la tierra,
nunca se cortó el mágico cordón
que aún nutre mi vida agradecida.
¿Sabes madre? Ya no cumplimos años.
El camino tiene claridad de madrugada.
Mi vida crece en tu oración de madre
y mis ojos recuperaron el asombro de los niños.
Digo perdón
desde mi vida peregrina
y desde mis ojos, madre,
te bendigo.
La flor del jardín (Imelda Trejo de Molina – Santiago del Estero)
En el jardín del hogar
eres la flor más preciada
porque la raíz de tu cuerpo
es perenne, al igual
que tu deliciosa savia.
A la fotosíntesis del aura
la transformas en amor
sagrado de familia.
Cuidando y regando con placer
a los pujantes pimpollos
para verlos crecer.
¡Madre ¡cuando vos no estás,
ese bello jardín
es refugio placentero
de nuestra resignada
y calma soledad.
Madre (Inés Aznárez Martínez – San Isidro, Buenos Aires)
Madre, mi querida madre
que estás en el alto cielo
y desde la tierra que me dejaste
te imploro y lloro tu ausencia
¡Cómo olvidarte madre mía,
si cada vez que mis ojos alzan
la mirada al cielo, ven los tuyos
brillar y centellear para alumbrar
las sombras que nos atacan
y yo poder caminar…!
Soy más longeva que tú
necesito de tu luz, y me la brindas
con esa mirada dulce color del cielo
que apacigua el caminar de un hijo
a la “esperanza”.
Flor Perenne (Julio César Haddad – San Miguel de Tucumán)
Marchitan las flores,
la rosa marchita,
también el clavel,
malvón y alelí.
Marchitan las dalias,
los lirios del campo,
la blanca azucena
y la flor de lis.
Las flores de oriente
de porte gentil,
de exótico aroma,
reseda y jazmín.
Perfumes que embriagan
y penetran el alma
cuando ellas despiertan
al clarear el alba.
Creación perfecta la flor,
una lástima
que tanta belleza
pronto marchitara!
Pero existe una flor
que nunca marchita
lozana y perenne
que en mi ser habita.
No es petunia ni glicina,
ni orquídea ni camelia
no es dalia no es violeta,
ni alhelí ni margarita
No es loto ni es hortensia
No es lila no es gladiolo
ni nelumbio ni asfódelo
y tampoco crisantemo.
Con su risa cantarina
es la flor de mis anhelos,
es mi norte,
es mi guía,
es mi ángel
y es mi cielo.
con sus retos y caricias
sus reproches y sus ruegos,
con sus mimos y desvelos.
ES MI MADRE,
Es la flor que yo más quiero.
Mariposas azules (Leticia Mure – San Miguel de Tucumán)
A mamá.
En rápido cauce
de tiempo
tu rostro
vela
el alba de los días.
Mariposas azules
resucitas.
Permanecen.
Iluminan.
Regreso
al perfume
de tus manos
trigal de tu presencia.
En prados de luz
rocío de tu mar
me habitas.
No obstante (Marcelina Pérez de De Haro – Yerba Buena, Tucumán)
He seguido los pasos indicados
no obstante no se si llegué al sitio asignado.
Una estrella me guía
No obstante, resplandores me enceguecen.
Continúo no obstante,
el sol, la luna y las estrellas,
todas juntas, resplandecen.
Me ilumino no obstante,
Mi ingenio se enceguece…
Continúo, no obstante, mi camino resplandece
y como Hansel y Gretel
parecieran se borrarán las cuevas celestes.
¡Qué, no Obstante!
¡Qué si mi juego de palabras!
¡Qué repeticiones!
¡No obstante escribí
mi poema tantas veces!
“No olvides de olvidar”
Que el amor es profundo
es estepa
es el fundamento diáfano
es el beso de una madre en tu frente.
Es misterios en las entrañas engendrada.
Entrega total (Marcos E. Valdez Solis – San Salvador de Jujuy)
Alma que llenas el espacio y el tiempo
alma que todo lo das
generosa e incansable abejita morena,
“que maravillosa es la vida
cuando la entrega es total”.
Tengo un secreto y lo quiero contar
cuando estoy a su lado
hay mil proyectos que realizar
y cuando no estoy a su lado
a mi lado siempre está.
Ahora comprendo la eternidad
vencer el espacio y el tiempo
Con pasión, amor y generosidad,
“que maravillosa es la vida
cuando la entrega es total”.
“Felicidades a las madres en su día, gracias por
existir, gracias por el amor que derraman”
Destino azul (Mari Betti Pereyra de Facchini – La Carlota, Provincia de Córdoba)
A mi hija Valeria
Sobre la cuna de mi falda joven
eras una pequeña rosa blanca,
frágil, abierta al rocío de mi leche,
tez de seda perfumada de recién nacida,
pero ya eras una luna
y en tu espejo se miraba el universo
y mis ojos.
Mi sangre te había tejido en madrugada
bajo la medialuna de aquel marzo
que salió en tacones a buscar marquesinas,
hasta ponerse redonda y grávida como un seno
para dar a luz el azul de tu diciembre .
(Fue hace muchas navidades
y aún huele a alumbramiento
la ternura de tu nombre.)
Versos a mi madre (María Eugenia Soria Grellet – San Miguel de Tucumán)
Madre querida,
te imagino en el jardín de los cielos
colmadas tus manos
con ramos de estrellas luminosas.
Transitando sin apuro
entre nubes con aromas celestiales
Abrazándote a la luna
rodeada de soles y cometas
Unida en canto melodioso
a dulces coros angelicales.
Percibo tu sonrisa de luz,
cual cascada
de amor, ¡Ternura eterna!
Madre querida,
te imagino en el cielo
mas sé fervientemente que,
mi corazón es tu morada.
Madre (María Inés Rojas – Santiago del Estero)
Estás siempre a mi lado,
aunque los demás no te vean.
Me indicas todo…
como cuando era niño,
me comunicas las cosas,
como cuando estaba en tu vientre.
Sigues…
Seguimos como siempre,
tú, madre…
y yo, hijo…
Mujer (María Julia Lisi – San Miguel de Tucumán)
Mujer es Madre…
mujer es arcilla, alegría y coraje,
mujer es música, raíz y frutos,
es brisa, amor y beso.
Mujer es semilla en la madre tierra.
Es principio afianzado al suelo
taladrando hondo buscando
agua, alimento y sueños.
Es origen emergiendo desde lo profundo,
cuando el tronco ya cansado y viejo,
pocas ramas tiene que ya no dan frutos.
Entonces aparece ella…
Mostrando su fuerza,
majestuosa, inmensa…
tal vez más grande que la sombra,
que en otros tiempos escondía su esfuerzo.
Mujer es ¡Madre!
como roble fuerte,
pero como madre es cobijo
es dulzura, fortaleza y cielo.
Madre (María Pomé “Nadia Noelia Sosa” – Monteros, Tucumán)
En silencio te desplazas como un remolino de paz
por el contorno angosto de esta casa.
Desperdigando amor a manos llenas.
Limpiando cada rincón como para liberar el
corazón.
De tanta opresión que te consume.
Y así pasan los años, uno a otro en cuenta gotas.
El torbellino del tiempo se ha llevado tu juventud y
frescura.
Pero, un haz luz se ha estancado en tus ojos,
transformando la amargura.
Sabiéndote poseedora de grandes riquezas:
Tus hijos, a quienes moldeaste con tus sueños.
Manos manchadas de tinta de los zapatos que
lustraste.
Secas de harina por el pan que, para tu familia,
amasaste.
¡Madre, no pierdas la fe!
¡Madre quédate!
En el devenir de los días.
En el espíritu de las nuevas generaciones
que luchan en tu nombre.
Para que la libertad de una mujer
no sea encanecer
sin cumplir sus anhelos.
Madre, yo te agradezco,
porque me has hecho grande.
Me has hecho fuerte.
Me enseñaste en tu sumisión
y en tu descontento,
a no aferrarme a los sufrimientos.
A rebelarme ante los monstruos.
Y destruirlos en mi fuero interno.
A buscar un camino de cambio.
Madre me enseñaste con tu ejemplo
a ser buena madre.
A mi madre (María Rosa Ledesma – Santiago del Estero)
Domingo y el mar amanece en mi cuerpo
olas engarfiadas lamen con firmeza
la profunda catedral de los recuerdos.
Ella la más buena
de corazón gigante más que su alargada
sombra.
¡Dónde sus manos amasan el pan crujiente!
No hay silencio más hondo que tu viaje
¡Dónde su risa intimida al llanto!
¡Cuáles estrellas reflejan sus luces!
Este desconsuelo no tiene espejo que lo soporte
En aromas a inciensos a eucaliptos
a dulces caseros
abrigabas la oscuridad del invierno.
Brebajes domésticos
milagrosos “sana sana”
curabas lastimaduras y raspones del alma.
Cantos de esta tierra bailan tu memoria
en nubes de mistoles
ritmos de chacareras.
Se profana la vida
si me hundo en cruel melancolía.
Se burla la evocación
de tu alentador sostén
si me ahogo en el dolor desnudo.
Por ti estoy de pie caminando segura
hacia la aurora del nuevo día.
Por ti desafío mares huracanes
y cabalgo “en pelo” para honrar tu
sangre.
Esa Melodía (María Teresa Oviedo Paliza – Bella Vista, Tucumán)
De pronto
absorta no sé en qué sueños
vibra mí ser dulcemente
y el recuerdo
es voz en una canción
jugando en los labios
de mi madre.
Vuelo de pájaros, rayo de sol,
aroma de fresca flor…
Dulce melodía
abriendo corredores de ilusiones
—invisibles mariposas—
traviesas, gentiles, sutiles
tejiendo sueños frescos
en mí madurez…
voz de ave cantando
en mí corazón de mujer.
En mi mente (Martha “Geve” Cleci – Chivilcoy, Buenos Aires)
Cuando en la ausencia
Abarcas mis pensamientos
/
A mi mente,
llega el viejo árbol
en medio del parque…
y tiñe el lugar de oro
intenso diciendo:
Ya no soy el centro de éste paisaje.
¡Estoy incompleto…!
porque ahora, me faltas tú,
sentada a mí sombra
en tu bello sillón…
Mujer y madre (Martín Diego Lora – Santiago del Estero)
En tus ojos viajo mujer
y en ese vuelo
vislumbro tu esencia.
Te percibo niña jugando a ser madre
acunando un sueño con tu dulce canción.
Te diviso joven creyendo en el beso
descubriendo el credo del primer amor.
Te contemplo y vuelas portando la alianza
del amor de un cuento,
que no tiene fin.
Te presiento madre cuidando un nuevo ser
reflejo de tu amor.
Te acompaño abuela con el paso lento
repleto de historias de amor y de pérdidas,
que se repiten y se esfuman con los años
que se van.
Mujer eres tan plena y llena,
eres niña y madre eterna,
eres camino y vuelo,
eres ejemplo y razón, eres mujer,
tienes en tus entrañas el don de Dios,
el don de la creación.
Madre (Mirta Elda Sema – San Miguel de Tucumán)
Madre es quien te acuna
hasta que tus ojos alcanzan las estrellas del sueño
mientras te amamanta a puro milagro
su canción llama a las hadas nocturnas
es custodio perenne de irrenunciable galaxia
lo perdona todo a cambio de un beso,
sana con paciencia las heridas,
vacía de desgarros las acciones,
las pasiones, la vida
es impenitente ante el amparo de sus hijos
Madre es quien enciende farolas
después de cargar varias muertes.
Ella junta cosechas en el corazón,
ora en silencio por los retos en su oculto
altruismo,
por la felicidad, por la unión
madre es ungüento angélico para las cicatrices,
madre es milagro,
solana de lilas y de lavanda para los días grises,
sandalia de pescador para los pies cansados
susurro de campanas para las bodas.
Ella acuna a tus hijos
para que descanses cuando estás rendido
hasta que cantas tu propia canción;
Ella sigue siendo madre
hasta tocar los ojos de la luna.
A mi madre (Mirtha Gaitán – Buenos Aires)
Callada y luchadora,
así te recuerdo madre,
por cien multiplicada,
en los diarios quehaceres.
Te recuerdo y a mí llega,
el olor de tus comidas,
los malvones con su aroma,
el perfume de tus cremas.
Siempre fuiste protectora,
cuando encendías velas,
cuidándonos a la distancia,
para ayudarnos en las pruebas.
Tus manos tenían magia,
éramos once a la mesa,
con tan poco hacías tanto,
y a todos nos conformabas.
¡Eras chiquita y yo
te veía tan grande !
Cuando crecí me di cuenta
de la altura de tu alma.
Te recuerdo muy temprano
con el mate en la mano,
conversando con las plantas,
regándolas con entusiasmo.
Mimándolas en invierno,
para que no las hiera,
tapándolas de noche,
la escarcha de la madrugada.
¡Cuántos recuerdos!
¡Cuántos dolores!
¡Cuántas alegrías!
¡Cuántos ausentes!
Nueve veces, nueve lunas.
Tu vientre albergó,
¡Cómo quisiera ser pequeña
y dormir en tu regazo!
Siempre tengo en mi recuerdo,
Tu piel de nácar,
tu bello rostro,
la dulzura de tu sonrisa.
Ahora te comprendo,
qué pena que ya es tarde,
para decirte madre,
cuánto amor nos regalaste.
Como el amor de las madres,
que por nada dan todo,
nada era ver a los retoños,
dispersarse en el camino.
Alegrarse por sus éxitos,
rezar por sus vivencias,
atesorar sus triunfos,
llorar a solas las ausencias.
¡Oh, madre querida,
cuántas cosas por decir,
mis palabras están mudas,
ante tanta sabiduría y sencillez!
Soñando (Nidia Cata Ibáñez – Chivilcoy, Buenos Aires)
En medio
de la oscuridad,
busco “soñando…”
sin prisa
llegar a la cima
de la montaña…
y respirar el cielo,
sintiendo la posibilidad
de abrazarte…
madre querida.
Madre cielo (Norma Cañizares – Tafí Viejo, Tucumán)
Los objetos pierden las sombras ocres,
con la mirada añil, clara y cristal.
Las piedras yacen en eternas olas,
con las caricias de las manos sanas.
Las palabras alejan, dolor pesar.
Son armonioso, el de las rosas blancas.
Son recuerdos y destruyen el miedo,
con el arcoíris de sonrisas tiernas.
La calle de la aurora rosa, bebe
la caída suave de estrella en el beso.
Sobre la rama verde, la savia gris
de raíces con ella es Madre cielo.
Sólo el aire con el amor respira.
De corazón das el abrazo. Madre.
Sí, mi Madre cielo, recordándote.
Las manos de mi madre (Patricia Edith Graziadei – Chivilcoy, Buenos Aires)
Brotan puñados de instantes/
en las manos de mi madre/
como sostén de mis primeros pasos/
como envión en la hamaca/
en parques de colores.
Las manos de mi madre/
peinaron mi cabello insurrecto,
tejieron bufandas largas
como los sueños que abrigaron/
almidonaron guardapolvos/
sostuvieron mi cometa remontando
pensamientos/
tripulando emociones/
redimiendo penas.
Las manos de mi madre plantaron flores
en la lisura del patio
para alimentar con néctar a colibríes/
para alegrarme el alma/
para reverdecer en las tardes.
Las manos de mi madre/
acunaron sueños/
o quizá fueron el bálsamo en la tempestad
y lumbre en la penumbra.
Las manos de mi madre/
bendícelas Señor.
Mamá (Raquel Piñeiro Mongiello – Funes, Rosario)
Golpea en el aire tu esencia
y me embarga un equinoccio de palabras
cuando festividad de latidos me dicen:
en esta sagrada hora del crepúsculo,
como la vida me contó tantas veces
sobre la calidez de tus manos
asombrándome la piel de caricias
con la hondura de tus brazos.
Después, fueron tatuajes cansados
quienes hacían realidad tu ausencia.
Y pasos caminando nuevos días,
en el aprendizaje de la pregunta
que no podía responderme.
Ahora es encontrar en mis paredes,
el sitio para escribir
un, no olvido, que sostiene
esas pequeñas cosas que abriga
una memoria dispuesta
al milagro siempre de recordarte.
Estrella de la eternidad (Ricardo Alberto Bocos – San Miguel de Tucumán)
El pelo era de plata, pura, como de un cincelado
que acariciaba las hojas de la edad
y su mirada siempre me tocaba el corazón.
Extraño sus caricias
sus sonrisas, sus enojos, su ternura
la oración cotidiana antes de dormir.
Hechos y cosas que habitaban mi infancia.
Envuélveme con tus manos de fuego encendido
átame con un hilo de tus enaguas de raso
y llámame de nuevo Chiquito,
porque necesito tu voz esta noche.
Puede que vuelva a ser un ángel de cabellos rubios
si acaso llego a guarecerme en tu corazón
porque tu recuerdo no está desierto.
He envejecido, Madre,
por el paso de todos los otoños por mi calle
y he comenzado el camino de regreso
hacia un Universo guardado en mis retinas de niño
para ser una sombra que camina sobre el agua
hasta que la estrella de la eternidad nos consuma.
Ven Mamá… (Rosa Gómez de Villa – Marcos Juárez, Córdoba)
Se fugan hacia el olvido,
de a poco, los nombres queridos
los rostros amados.
Como un celuloide en llamas
su mente florece en huecos,
donde naufragan
su infancia, sus hijos
su memoria entera.
Retazos ennegrecidos flotan
detrás de sus ojos dulces …
Confusión en los gestos absurdos,
alegría en la charla incomprensible.
Extravagancia repetida en sus manos viejas
que sabían de manjares, de mimos,
puntillas de artista, flores, caricias…
El dolor y los años, mezclaron las páginas
de su álbum de vida. Se vuelan, una a una.
¿Será que la ternura
desgasta más que la indiferencia?
¿Será que de tanto dar amor
se vació por dentro?
Ahora, muy mansa, ignora sus penas.
¿Será una bendición esa desmemoria,
que a quienes la queremos
así nos lastima?
Te amo, MAMÁ, no importa.
Ven conmigo, deja que te peine
deja que acune tus pasos pequeños.
¡Hoy eres mi niña querida,
MAMÁ, hoy y siempre!
Mater (Rossana Alejandra Fasola – San Miguel de Tucumán)
Hoy…
Viento inmaculado de los ángeles.
Vienes para ungir de paz a mi alma, que te llora.
Bendito cuerpo de aire, místico fantasma
mueves el turíbulo de la brisa…
incienso y mirra, tus delicias.
Yo…
Este rosal y el universo te sienten,
mariposa de otro mundo.
Fragantes pétalos sueltan suspiros
rosas, jazmines, aroma materno.
Rúaj, dulce viento del paraíso.
Bienaventurado tu fantasma, en los jardines
del conticinio.
Madre, amor, remanso…, volverás.
Mamá (Rossana Brasca -Marcos Juárez, Córdoba)
Cierro los ojos y veo tus manos,
siento tus caricias, la suavidad de tu piel,
escucho tu voz, el sonido de tu risa.
Hace unos meses me dejaste, sin destino,
sin guía, en medio de la nada.
Me encuentro en el desierto, no tengo refugio,
busco desesperada, el remanso de tu mirada,
la protección de tu ser,
solo hallo en tu recuerdo un oasis.
Extraño las charlas, sobre temas pasados,
historias casi novelescas,
con personas que ni conocí.
Extraño tus sabios consejos,
la explosión de tu carácter,
cuando la sangre española corría alborotada por
tus venas.
Aún veo tus ojos celestes como el cielo despejado
de otoño.
¡Qué triste es la ausencia! ¿Cómo llenar ese vacío?
Pienso en millones de lugares donde puedas estar.
Te imagino en un jardín colmado de flores,
en un campo de lino,
en una colmena, donde serás la reina,
o cocinando para tus compañeros.
Me pregunto si te encontraste con nuestros seres
queridos.
Miro el cielo, y la más grande y brillante estrella
lleva tu nombre,
algún día nos vamos a encontrar.
Voy a seguir aquí, bajo la bendición que Dios me
dio al tenerte.
Y te pido un favor… esperáme.
Ten presente siempre que te amo,
Que me diste todo,
Que me amaste como nadie.
Mamá te extraño cada día más.
Madre (Sara María Argüello – San Salvador de Jujuy)
Madre, dulce refugio amado
sembraste en mi ser semillas de oro
con tus manos de marfilinos dedos
como floridos lirios amarillos
que florecen cada primavera.
Madre, amiga de charlas infinitas
de un beso tibio como un pajarito
cuando las penas sucumbe el alma
y las noches me parecen negras
como manchas profundas de alquitrán.
Madre, tantas cosas pasamos juntas
que cierro mis ojos y te veo alegre
en la piletita de cemento en el fondo
como centro en el foco de la vida
buscando un blanco inmaculado en la ropa.
Madre, extraño el brillo claro de tus ojos
que congela las lágrimas en las pupilas
y alfombran de pétalos de lapachos
los recuerdos variopintos de la memoria
para atizar el fuego del amor eterno.
Tómame la vida (Stella Maris Quiroga – San Miguel de Tucumán)
Tu aroma a mañana de jazmines
y pan en horno de barro caliente
me conducen al encuentro
con la nostalgia de esa vida de niña cautiva de tu
mirada,
Y recorrer paisajes
impregnados de ilusiones,
de sueños,
de melodías de entrega en la vida misma
donde dejamos de ser vos o yo o mis hermanos
y nos abrazamos a ser familia.
La mesa, los abuelos
y tu dulce gesto de servirlos
y de servirnos.
Papa sonríe con un corazón enamorado y noble
observando tu gentil ir y venir por la casa
con una entrega sin condicionamientos,
solo darte.
y solo recibirte.
Percibimos la revolución del amor cuando te acercas
y en cámara lenta los besos se convierten en eternos
baluartes de familia.
Te miro cuando descansas
y te admiro.
Tómame la vida y contagia en mí tu esencia de
admirable mujer,
Madre Mía.
Elegía (Susana Aguiar – Jujuy, Argentina)
Eran sinceras las mujeres
en la época de mi madre.
Mi abuela dialogaba
con mi madre de verdad,
eran de carne y hueso,
yo soy el resultado
de esa realidad.
Ahora por imperio
escribo una elegía.
En la época de mi madre
mi padre ocupaba la cabecera
de la mesa,
ella servía en silencio
la comida diaria.
En la época de mi madre
ella se miraba en el espejo,
yo tan pequeña y juguetona
no lograba visualizar
su belleza,
igual a una elegía.
Sólo se ponía collares
de colores
en los días de fiesta.
Anduvo tranquilamente
por casa
rodando los noventa.
Me quedó una foto bella
de mi madre sentada
en el sillón,
en el patio de la casa
de mi abuela.
Ahora soy escritora
eso creo,
ella la voz ausente,
soy la causa y el efecto
del enojo y el error
y este vacío
en la nada que golpea
mi corazón.
Por eso esta elegía
para ti madre.
De repente (Susana Cattaneo – Ciudad Autómata de Buenos Aires)
De repente
la tarde se transforma en verano,
cálido útero donde los pájaros crecen
y las garzas recorren juncos
donde se acuna la felicidad.
La tierra: un óvulo fecundado por ángeles
que sólo viven en mis sueños
y en el que se gesta la buenaventura.
Hay un viento que corre en sandalias
y regala polen
que se dispersa en la vida.
Una melodía de infancia
crece en los jardines
aunque sé, madre, que vienes del dolor,
pero en el dolor, también está en la luz.
Amamantas mi noche con aquella canción:
“María Santa Ana, por qué llora el niño…”
y trozos del amor más puro llueven desde el cielo.
Todos Somos Hijos 82
Con los ojos recorro
mis primeros pasos hacia tus manos fuertes
y llego a la lumbre de tu sonrisa única.
Toda la oscuridad duele
como huesos quebrados traspasados por dagas.
Pero de vos sólo obtengo
el néctar más dulce de la colmena.
Madre, con la letra de tu nombre,
llego al universo.
“Estela”, tu nombre, epifanía, estrella.
A pesar del tormento
la belleza define tu ternura
y vive para siempre.
Sinfonía sin igual (Susana Masci – Chacabuco, Buenos Aires)
Son manantiales tus pechos,
el aroma del amor,
que cuando brilla la luna,
entre sus brazos me acuna.
Sacrificio en las mañanas,
atesorando mis sueños
y plegarias por las noches,
para bendecir el pan.
No hay en tu entrega una queja,
tus manos sólo saben dar.
Te venero en mi presente,
en mi piel están tus besos.
Eres mi árbol primero,
sinfonía sin igual
Poema (Tamara Flores – Las Talitas, Tucumán)
Me dio la mano cuando me sentí más sola que
nunca.
Su sonrisa fue la primera cosa que vi y su mirada el
recuerdo más bonito.
Camine con ella.
La vi cansada, despeinada, con ojeras.
La vi con ganas de comerse el mundo y caer
derrotada.
Fue mí Pilar y me enseñó a sostener con fuerza
aquello que amas.
El valor de las cosas no se mide por el dinero
y lo aprendí aquella vez que llegó cansada
después de un largo día de trabajo.
Me miró y me sostuvo entre sus brazos
como la cosa más preciada.
Fue mí superhéroe
cuando me caí por primera vez de la bicicleta,
me levanto y me dijo “Tu puedes”.
Me enseñó a aferrarme a mis metas y sueños.
Dibuje junto a los años arrugas en su rostro.
Tracé mi vida en sus manos
y llene mi mente de recuerdos suyos
que algún día le contaré.
Juntas mirábamos el cielo y con las estrellas creaba
figuras para sacarme una sonrisa.
Una madre lo es todo.
Es tu mejor amiga cuando
necesitas un oído que te escuche.
Es el mejor hombro a la hora de llorar
y el mejor doctor cuando te rompen el corazón.
Es como el aire
y si algún día te falta,
te falta todo.
Madre (Teresa Del Valle Drube Laumann – Tafí Viejo, Tucumán)
Desde el azul del cielo de tus ojos claros
que tantas brumas han reflejado
ábreme el portón, madre
¿No ves que mi infancia
al mirarte me viene a buscar?
Ábreme el portón, madre,
que quiero correr tomada de tu mano
a buscar a la niña que dejé abandonada
que jugar quiero con ella a las escondidas.
¿Dónde estará?
Llámala, madre,
llámala con voz de enojo
por tantas travesuras
a ver si es que viene a comer lo que cocinaste hoy
sin un sólo peso para cocinar.
Ábreme el portón, madre,
ábreme el portón
que quiero jugar en el patio amplio de tu cansado
corazón
y bailar hasta hacerte reír y hablarte sin parar
contarte tantas cosas que pasaron desde que no
estás.
Ábreme el portón, madre mía,
olvidemos las cosas de la vida y ven,
vuelve madre conmigo a jugar
La pureza de una madre (Zaida Juárez – Santiago del Estero)
La pureza de una madre
es generosidad ilimitada,
ternura a flor de piel,
conexión al paraíso,
plegarias al sol.
La pureza de una madre
incomparable sensación
de contención,
para el alma que creaste,
como fruto sagrado del principio.
La pureza de una madre
misión impostergable
que el destino te concedió,
para modelar ese pequeño ser,
tu deseada proyección.
La pureza de una madre
entre danzas y cantares,
entre arrullos y abrazos continuos,
fragilidad que se propaga,
hasta aniquilar las tristezas.
Fuente: SADE-Tucumán y Editorial Trascendernoa