Fue el primer jugador nacido en la década del 2000 que logró debutar en la Primera División del fútbol argentino. Antes de emigrar hacia el país vecino compartió la cancha con los fenómenos que brillan en el fútbol doméstico e internacional. Su historia.
Surgió de Atlético Tucumán y su talento lo llevó al Brasileirao. Todavía recuerda los potreros en Villa Carmela, donde desafiaba con sus amigos a equipos de otros barrios por la gaseosa. Su timidez es muy perceptible. Y cada frase que brinda es sacada con un tirabuzón. Es consciente del llamativo récord que ostenta en el fútbol argentino, ya que en un partido frente a San Lorenzo en abril del 2017 se convirtió en el primer jugador nacido en la década del 2000 que logró debutar en Primera.
“Es un orgullo que lo llevo para siempre. Después empezaron a aparecer otros chicos, pero yo tuve la suerte de ser el primero de esa camada”, dice en diálogo con Infobae del otro lado de la línea telefónica, mientras aguarda el próximo compromiso del Bragantino, su club actual.
Aquel encuentro frente al Ciclón no tuvo nada que ver con los picados que jugaba con sus amigos en la escuela. Tampoco con los duelos barriales en los que ponía en juego el orgullo de Villa Carmela. “Esa tarde fue increíble. La cancha estaba impresionante, porque había público y el rival era un grande. Me acuerdo que jugó Ortigoza, que para mí era un crack. Él fue uno de los jugadores que siempre miré, porque lo admiraba de chico. Y cuando me tocó enfrentarlo, me di cuenta de la humildad que tiene”, recuerda sobre el triunfo que consiguió el Decano en la jornada que lo marcó de por vida por haber cumplido su sueño de su infancia.
Durante sus primeros pasos en el fútbol grande de la Argentina tuvo a un tutor inesperado. Un ídolo popular que recientemente hizo historia con Colón, pero que también dejó una huella imborrable en Atlético Tucumán. “El Pulga es algo increíble”, asegura sin necesidad de nombrar a Luis Miguel Rodríguez.
El experimentado delantero que recientemente se consagró campeón de la Copa de la Liga con el Sabalero también está instalado en el corazón del Decano. “Fue muy lindo tenerlo cerca. No solo como compañero dentro de la cancha, sino también como persona. A los más chicos siempre se nos acercaba para darnos consejos. Nos decía que teníamos que estar tranquilos para poder aprovechar las oportunidades que se nos iban a presentar”, revela el joven mediocampista. Y continúa sin omitir ningún detalle: “Insistía para que nos cuidáramos e hiciéramos bien las cosas. Nos inculcó valores que nos sirven para dentro y fuera de la cancha. Es una persona especial”.
Evitar salidas nocturnas en momentos inoportunos, dar el máximo esfuerzo en cada entrenamiento y nunca bajar los brazos fueron algunos conceptos que le regaló el ídolo popular. Pero dentro de las cuentas pendientes de Tomás Cuello quedó un encuentro gastronómico con el referente. “Nunca pude ir a comer un lechón a su casa, pero pudimos compartir varios asados en el club”, confiesa entre risas.
Durante sus charlas con Luis Rodríguez, el volante confiesa que hubo un episodio que marcó la unidad de aquel plantel por el significado que tuvo la hazaña en la Libertadores. “Siempre nos acordamos de lo que fue esa Copa (la del 2017), en la que se tuvo que viajar a Ecuador en medio de un caos y se jugó con la camiseta de la Selección. A mí me había tocado quedarme en Argentina. Estábamos todos preocupados porque parecía que íbamos a perder los puntos, pero después fue una alegría enorme por cómo terminó todo. En ese equipo estaba también Zampedri, que demostró que es otro fenómeno”.
Su talento y perseverancia lo llevaron a integrar los seleccionados juveniles cuando Jorge Sampaoli estaba a cargo del combinado nacional. Fue entonces cuando comprendió que tocó el cielo con las manos. O con los pies. Porque en una gira internacional tuvo la ocasión de jugar con la otra Pulga, la que brilla con la Albiceleste y la camiseta del Barcelona. “Ese sí que fue el sueño del pibe”, confiesa. “Lo conocí en Australia, cuando se jugó una serie de amistosos antes del Mundial de Rusia. A mí me habían llevado de sparring y estuvimos un tiempo juntos. Jugar con él fue algo inolvidable”, desliza con orgullo.
El mediocampista reconoce que “había que cuidarse en los entrenamientos”, para evitar una posible patada hacia el astro rosarino. “Era imposible de agarrarlo”, dice con nostalgia. Con Messi también tuvo un encuentro fuera de las prácticas que le permitió conocer con mayor profundidad a la leyenda del Blaugrana: “Una vez vino a nuestra habitación y todos hicimos fila para poder sacarnos una foto con él. Leo siempre se mostró accesible y nos agradeció el esfuerzo que hacíamos, pero la realidad es que nosotros estábamos agradecidos por todo lo que él le dio al fútbol”.
“Me sorprendió que después de un tiempo de esa gira nos volviéramos a cruzar en unos entrenamientos que la Selección estaba preparando para jugar contra Perú y Ecuador por las Eliminatorias y ¡él se acordaba de mí! Cuando le fui a pedir una foto, me miró y me dijo: ¿Otra vez querés una foto conmigo? Yo no lo podía creer. Le dije que si no se enojaba, me iba a hacer todas las que pudiera y se empezó a reír”, continuó el juvenil.
Durante sus días con las divisiones menores nacionales también se acercó a Javier Mascherano, a quien considera “un jugador que demuestra una humildad increíble”. “Con él solo estuve en los días previos al Mundial, porque en el momento de la gira estaba lesionado”, recuerda.
En su memoria todavía están presentes todos los preparativos de aquel equipo que llegó hasta los octavos de final del torneo que organizó Rusia. Asegura que no tuvo trato con Sampaoli, porque él “siempre se dirigía a los mayores”. “Con nosotros estaban Beccacece y Nico Diez que eran sus colaboradores. Y con Sebastián aprendí muchísimo en el día a día. Siempre nos decía cosas que nosotros no veíamos dentro de la cancha”, explica.
Su frustración probablemente radique en la preparación que realiza el conjunto que dirige en la actualidad el Bocha Batista en Marbella, dado que no estuvo en consideración en su proyecto olímpico. Sin embargo, Tomás Cuello no se resigna porque “el sueño siempre está”. “No tuve la oportunidad de hablar con el técnico, pero uno espera porque cada vez falta menos para Tokio. Yo trato de seguir trabajando para estar preparado por si se produce el llamado”, confiesa.
Con pocas chances de ser parte de la delegación Sub 23 que viajará a la capital japonesa, el mediocampista del Bragantino advierte que una convocatoria de último momento “sería algo muy lindo”, pero sabe de las escasas probabilidades que hay: “Hoy trato de enfocarme en el club; y todo lo que venga será bienvenido”.
Con la temporada recién comenzada, el elenco paulista cosechó dos victorias, un empate y otra derrota en sus cuatro primeras presentaciones. “Somos un equipo muy ordenado que trata de dar lo máximo. Hay objetivos muy claros en el corto y largo plazo que vamos cumpliendo con mucho sacrificio. El año pasado hicimos una gran campaña en el Brasileirao y este año apuntamos a grandes cosas, como pelear por el título o la clasificación para la Libertadores”.
Como meta adicional, el conjunto que dirige Mauricio Barbieri también tiene por delante la Copa Sudamericana. Luego de superar a Emelec, Talleres y Deportes Tolima en la fase de grupos, el destino puso a Independiente del Valle en los octavos de final. “La ilusión la tenemos también ahí. La idea es ir partido a partido porque tenemos muchas chances de ser campeones”, reconoce. Mientras tanto, el tucumano continúa trabajando para afianzarse en el equipo y soñar con un posible futuro en Europa. Como las pulgas, él también quiere dar el salto.
fuente: infobae