El aumento en la venta de tablets, celulares y consolas que, de cara al día del niño, anuncian cada año cámaras empresarias y negocios especializados no significa la desaparición de los juegos tradicionales ni evidencia una decisión negativa por parte de los padres siempre y cuando guíen su uso, afirmaron especialistas.
“La tecnología para los niños no es ni un cúmulo de posibilidades creativas ni la perdición. En principio se trata de objetos de deseo que les permiten diferenciarse, como lo fueron los crayones fosforescentes, los Pinipon o los Playmobil”, afirmó a Télam Carolina Duek, doctora en Ciencias Sociales y autora del libro “Infancia entre pantallas. Las nuevas tecnologías y los chicos”.
“Un acto creativo no se inhabilita por la presencia de tecnología, ni se alienta por la ausencia -agregó-. Si bien un Playmobil no es lo mismo que un celular, en el universo de la sociabilidad infantil ocupan un espacio semejante. Suponer que el teléfono hará que nunca más agarre un muñeco es falso”.
Es que, por un lado, se dice que fomentan el sedentarismo y la obesidad; que coartan la imaginación, que impiden la sociabilidad, que son formas sencillas y poco esforzadas de pasar el tiempo y, por otro, las cifras de ventas de tablets, celulares inteligentes, consolas y otros dispositivos cada año se incrementa de forma notable.
Desde la Asociación de Empresas de Juguetes y Afines (ADEJA), que representa casi el 80 por ciento de los comerciantes de jugueterías, estiman que este año se venderá un 10 por ciento más que el año pasado.
En tanto, ejecutivos de la plataforma de compra online Mercado Libre revelaron que el Día del Niño de 2015 vendieron 315.000 productos de electrónica y para este año proyectan un incremento del 25 por ciento.
En esa misma línea, Federico González Iturbe, director comercial de Garbarino, indicó que la celebración concentra el 40 por ciento de las ventas del mes tanto de Consolas así como de Video Juegos y que para este año prevén una suba en la demanda de de tablets y consolas del 30 por ciento.
“Muchos padres querrían regalarle un libro a sus hijos pero no quieren soportar la mala cara cuando abra el paquete. Todos prefieren ser superhéroes que regalan al niño lo que el niño espera. El adulto necesita todo el tiempo ese refuerzo; la idea de que a través de un objeto se puede llegar al pibe”, detalló Duek.
Y agregó: “Por otro lado están quienes pretenden que todo regalo sea educativo y sirva para aprender. Pero no es ni una cosa ni la otra”.
Lejos de un escenario catastrófico en el que niños y niñas se vuelven autómatas volcados a interactuar únicamente con tabletas y teléfonos inteligentes, la psicoanalista Nora Osuna asegura que todavía subsisten juegos capaces de atravesar distintas generaciones.
“A la familia, con autos, a la maestra y al doctor. A recrear escenas que viven en sus casas; a ser superhéroes y princesas.
Juegan tal vez también con elementos de características más sofisticadas pero eso no necesariamente significa perder la capacidad de crear escenas que permitan desplegar sus inquietudes y fantasías”, agregó.
Es que, precisamente, la oferta comercial constituye un amplio universo de objetos para diferentes edades, condiciones, preferencias, elecciones y aplicaciones.
“Es en ese espacio donde el niño le brinda al juguete un uso que responde a su singularidad, más allá de la función que el adulto pensó para el objeto juguete”, evaluó Osuna.
Según datos de Unicef en Argentina hay más de 13 millones de niños, niñas y adolescentes de los cuales, 6 de cada 10 se comunican usando celular y 8 de cada 10 usan internet.
“No podemos negar que los adolescentes o niños de hoy son nativos de un mundo que ha hecho cambios vertiginosos a partir de la era de Internet; los pequeños adquieren la habilidad en el manejo de las pantallas de una forma que asombra a sus padres y esto no necesariamente debiera ser un factor inhabilitante para el desarrollo otras potencialidades”, revela Osuna.
Y en ese marco, Duek desafía un presupuesto de base: “Todo educa y nada educa. ¿Cómo se educa? ¿Qué es lo educativo? ¿Cómo se define? Todo tiene potencial de ser educativo o de no serlo. La diferencia está en quién lo recibe”.
“¿Todo tiene que tener un saldo? -continuó-. Está idea de la hiper-pedagogización, de que todo tiene que ser educativo y ¡yo pido por favor un personaje televisivo que coma hamburguesa y no lechuga! la idea de que un chico se va a lavar más veces las manos porque ve la “Doctora Juguetes” es ridícula”, señaló.
“La tecnología no es necesariamente peor, porque para muchos chicos son formas de establecer vínculos, como aquellos que en la escuela no la pasan tan bien y a través de Facebook, Snapchat o Instagram se vinculan mejor con los mismos chicos que en el colegio les cuesta”, indicó.
Porque, además -abundó la especialista- “mientras los adultos esperan que su hijo utilice un rato la computadora, se vaya a leer el capítulo de un libro, se bañe y luego se ponga a estudiar, ellos jamás soltaron los teléfonos celulares”.
“¿Cómo puede un adulto proyectar expectativas tan desajustadas respecto a lo que él mismo hace frente a sus hijos? Es cuestión de sentarse con ellos y tomar decisiones como adultos informados y para ser brújula hay que poner el cuerpo, intervenir, dejar el propio teléfono y ponerse con el de su hijo”, advirtió.
Por eso, al respecto, Osuna remarca: “Son los padres los que regulan el uso de estos dispositivos. Y si el niño se angustia ante la restricción y se muestra aburrido frente a otras propuestas, tendrá que empezar a transitar por el camino de la vida donde a veces el juego es ‘el juego del que pierde gana’ como sostenía Lacan. Quiero decir, existe la castración y esta es habilitante a otros espacios”.