Por Manuel Ernesto Rivas (director Diario Cuarto Poder). Si a la política comarcana le faltaba algo de suspenso, intrigas y conspiraciones, eso se subsanó en las últimas elecciones legislativas nacionales.
Hubo sorpresas, como el desempeño de Ricardo Bussi, quien cosechó 60 mil votos más que en las Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO). Y ello no fue sólo como resultado directo de su desempeño en el debate que tuvo con sus contendientes en un programa de televisión, sino como parte de su campaña basada en la inseguridad, proponiendo el Ejército en las calles y la vuelta del servicio militar obligatorio. Con esos pocos anuncios bastó para que un sector de la sociedad, cansada de la inseguridad, le haya depositado su confianza para tratar de depositarlo en una de las cuatro bancas que estaban en juego. Tanto, que Beatriz Ávila tuvo que luchar contra Bussi y Pablo Yedlin para alcanzar angustiosamente la última banca en juego. En medio hubo denuncias por prácticas clientelares que involucraron al “alfarismo”. Subsidios que se entregaron hasta en la casa de propios funcionarios, vales, tickets para la compra de mercaderías y un sinfín de trampas que siempre le fueron achacadas al peronismo. En un cuarto de hotel esperaba, en la soledad de quien se siente derrotado, el imputado candidato en primer término por el Cambiemos para el Bicentenario, José Cano. No se movía una hoja en el bunker fijado en ese hotel, hasta que el propio Germán Alfaro, le puso música a la angustia y suspenso del final y logró dibujar sonrisas amplias en su rostro y el de su mujer. Habían superado la pesadilla de las PASO y recuperaban aquel 2 a 2 del que se habló tanto.
Otro que tenía una sonrisa de “feliz cumpleaños” fue el senador nacional José Alperovich, en su llegada a Casa de Gobierno. Parecía que acababa de ganar la Copa del Mundo de Rusia 2018, y no era para menos, estaba vivo en la eliminatoria para las elecciones de 2019. A él justamente no le convenía que Jaldo encabezara una lista que se alzara con tres de las cuatro bancas. Es por ello que su felicidad despertó más de una suspicacia, y apuntó las sospechas hacia los paladares negros del “alperovichismo”, en distintos puntos de la provincia y en especial en la Capital. ¿Habían jugado al quedo o avalaron con votos la postulación de Ricardo Bussi? Una de las alternativas o las dos, lo que podría explicar el crecimiento exponencial de más de 60 mil votos para el hijo del fallecido represor y ex gobernador de Tucumán.
Sin embargo, la alegría de Alperovich no tenía en cuenta la diferencia importante que Jaldo alcanzó, más allá del escaso músculo que muchos le pusieron. Los 140 mil votos de diferencia con el espacio de Cambiemos puso las cosas de nuevo en el lugar que habían quedado en 2015, pese a que se había empañado por las denuncias de fraude formuladas por el binomio Cano-Amaya, y que finalmente fueron desestimadas por la Corte Suprema de Justicia de la Nación.
En la elección de 2019 ganará el que tenga más votos. Y descontar los 140 mil que le corresponden a Jaldo y al gobernador Juan Manzur, no será una tarea fácil para el golpeado equipo de Cambiemos. Un Cano que se postuló imputado por el escándalo de los negociados en Corea del Sur, causa conocida como “Plan CoreANO”, y que en el camino vio como salían a la luz nuevos hechos irregulares, como el registro automotor a nombre de un hombre de su confianza; la desaparición de recursos destinados a la construcción de una pileta climatizada en la Facultad de Educación Física de la Universidad Nacional de Tucumán; y la designación de una bailarina tucumana como planta permanente en el Senado de la Nación, entre otros escándalos.
Un Germán Alfaro que apeló a las mañas más clientelares que se puedan imaginar para tratar de recuperar el terreno perdido, mientras era sacudido por diversos escándalos como los retornos del Concejo Deliberante; la venta del viejo edificio de la Dirección de Tránsito; la afiliación de personas fallecidas a su partido; la entrega de subsidios, tanto dentro como fuera de la provincia y también a personas fallecidas. Los escándalos rodearon a Cambiemos, que pasó de ser una fuerza acostumbrada a denunciar casos de corrupción, a un espacio en el que los actos irregulares se hicieron más que comunes.
Esa mácula fue criticada por los radicales, quienes vieron como los méritos y las características por las que tanto abogaron, se perdían en el fango del clientelismo. Una de las más perjudicadas, sin duda, fue la actual senadora nacional, Silvia Elías de Pérez, quien trató de mantener ese perfil denunciador y se cuidó de no sacarse fotos con Germán Alfaro, o con los referentes del sector peronista de Cambiemos. Ella, que esperaba una derrota de Cano y Ávila, para reclamar la conducción del espacio, también es una de las grandes perdedoras. En tanto que, pese a la angustiosa clasificación para la segunda banca, se especula que Alfaro se conformaría con repetir en la Intendencia, aunque uno nunca sabe.
Lo cierto es que el telón final de las elecciones abre sus puertas a una nueva representación, en la que estará en juego los liderazgos, tanto en el Justicialismo como en Cambiemos. Hay muchas ganas de jubilar a Cano y Alperovich. Forman parte de un pasado repetido, de películas ya vistas. Es por ello que se definirán nuevos roles protagónicos. A comprar los pochoclos.