Un geólogo que caminaba por una calle destruida por las zanjas que trazó una lluvia torrencial, tuvo un premio inesperado: el hallazgo de un gliptodonte, un animal que se extinguió hace 10 mil años y cuyos restos sirven a los científicos para sumar datos a la radiografía del terreno del lugar.
El hecho tuvo lugar en la ciudad de Sana Rosa, La Pampa, y fue Marcelo Zárate, geólogo del CONICET, quien realizó el descubrimiento. La inundación, después de una lluvia torrencial de 286 milímetros en 48 horas en marzo pasado, generó zanjones de hasta un metro de profundidad. Ahora, con el retroceso de las aguas y varios días sin lluvia, los restos fósiles del gliptodonte quedaron a la vista. Claro, a la vista de un experto.
El gliptodonte, Panochthus tuberculatus su nombre científico, es un animal que se extinguió hace alrededor de 10 mil años, un enorme mamífero prehistórico que vivió en América del Sur.
Esta especie habitó la región pampeana y llegó a convivir con los humanos. Su peso era de alrededor de 1.000 kilogramos. Hace 13 mil años convivieron con los humanos. Eran como unos “mega peludos”, de los que incluso se alimentaba el hombre.
El hallazgo, en un barrio del sudeste de la ciudad, fue confirmado por el director del Museo de Historia Natural, Marcos Cenizo. “No se trabajó en detalle, pero es más o menos común, lo sorprendente es que esté en zona urbana”, dijo.
Y reconstruyó el final del gliptodonte: “Probablemente murió empantanado. Era una zona de pantanos o inundable. Una vez que murió, la corrientes desparramaron los restos”.
El ejemplar hallado “es un gliptodonte de los más grandes” y que son visibles la coraza y la mandíbula. Cenizo, desde hace una semana, lleva a cabo las tareas de rescate como responsable del Museo de Historia Natural.
Un equipo de ese organismo hace los trabajos de recuperación en un pozo donde se alcanza a ver una especie de caparazón y posiblemente los restos de una cabeza. El paso que quedaba realizar es la extracción de los fósiles.
La característica principal del gliptodonte era su capa protectora, que lo blindaba y protegía de los depredadores de la época. Esta coraza ósea era muy resistente y capaz de soportar mordidas de tigres dientes de sable y lobos gigantes.
También podía defenderse con su robusta cola, que tenía huesos puntiagudos capaces de partir patas, costillas y los cráneos de sus depredadores.