Crece la concentración agropecuaria en todo el país. En el caso de Tucumán, los datos reflejan la situación de los cañeros en los últimos 30 años (desde 1988 a 2018) que debieron abandonar la actividad o volcarse a otro rubro rural. Pasa lo mismo en otras actividades agropecuarias en todo el país.

Los datos preliminares del último Censo Agropecuario 2018 indican que en sólo tres décadas se habrían perdido 156.000 explotaciones agropecuarias con límites definidos, que se corresponden principalmente con productores de pequeña escala.

Recientemente se dieron a conocer nuevos datos oficiales del Censo Nacional Agropecuario 2018, a partir del cual se relevaron 206,7 millones de hectáreas en la Argentina, y en cuyos resultados, se advierte una concentración de la producción y un exilio de las poblaciones rurales hacia las urbes.

Concentración de la producción

Así se refirió Javier Moreira, docente e investigador de la cátedra de Extensión y Sociología Rurales de la Facultad de Agronomía de la UBA: “En los últimos 30 años, vemos un sostenido aumento de la concentración de la producción agropecuaria”. Los resultados del Censo arrojan que hoy existen unas 222.000 explotaciones con límites definidos (con alambrados) distribuidas en el país, respecto de las 297.000 que existían en 2002 y de las 378.000 relevadas 1988. Esto significa que en sólo tres décadas se perdieron 156.000 establecimientos. La situación afecta sobre todo a los de pequeña escala, con menos de 50 hectáreas, según afirmó el investigador.

“Por un lado desaparecieron muchas explotaciones, pero al mismo tiempo creció la superficie productiva dedicada a los cultivos anuales. En los últimos 30 años, la superficie implantada se mantuvo en unas 33 millones de hectáreas, pero la proporción de esa superficie dedicada a cultivos anuales como la soja, el trigo y el maíz aumentó de 7,67 a casi 23 millones de hectáreas, en detrimento de otras producciones como las pasturas y las producciones regionales”, dijo, y señaló: “Quiere decir que es un proceso de concentración, con explotaciones más chicas que se anexan a otras más grandes. El problema es que tenemos más hectáreas en producción y explotaciones de mayor escala, pero menos establecimientos. La tierra no salió de la producción, sino que hay menos gente produciendo”.

Este fenómeno también se observa en el aumento de la superficie promedio por explotación. En 1988, la superficie promedio de las explotaciones agropecuarias era de 421 hectáreas. En 2018 esa cifra subió a 826 hectáreas por explotación, equivalente a un aumento de 96%.

Diferentes regiones

Actualmente Moreira está dirigiendo tres tesis de la carrera de Agronomía de la FAUBA que utilizan la información del Censo como un insumo de base para analizar el sector agropecuario en diferentes regiones del país. “Estamos estudiando el proceso de sojización en el Mercosur, la evolución de la ganadería en la cuenca del Salado y la transformación de la matriz productiva en

Nonogasta, provincia de La Rioja, donde la producción de uvas se vio afectada desde los años ´90 tras la aparición de otros cultivos como el olivo y la promoción de la industria de la curtiembre”.

“Muchas veces el Censo es la única información con la que contamos, aunque también existen vacíos porque los relevamientos se hacen cada 15 años y, además, hay datos que el Censo no discrimina, como la cantidad de los productores más allá de la cantidad de explotaciones. Entonces tenemos que ir a buscarlos al campo”, afirmó.

Situaciones diferentes

Moreira se refirió a las diferentes situaciones que arrojaron los resultados del Censo en cada zona productiva del país. “En la región pampeana no hay tanta concentración de la tierra porque la tierra dedicada a la soja se mantiene en manos del productor, que arrienda los campos para producir”, indicó, y señaló que en las economías regionales se registran otros casos. “En las producciones vinculadas con la vitivinícola, la fruticultura, la caña de azúcar o la yerba, por ejemplo, hay mucha concentración. Los productores más chicos desaparecen porque su margen de ganancia depende en mayor proporción de la mano de obra, respecto de otros productores más tecnificados que obtienen una mayor eficiencia y menores costos, trabajando a mayor escala”.

El caso de Mendoza y Tucumán

Para ejemplificar estos aspectos se refirió a los casos de Mendoza y Tucumán. Tradicionalmente Mendoza era la provincia con más explotaciones con límites definidos, después de Buenos Aires. En 30 años, allí desaparecieron el 41% de las explotaciones, pasando de 33.249 en 1988 a 19.622 en 2018. En paralelo, la superficie de frutales se redujo un 10%, pasando de poco más de 214 mil a 193 mil hectáreas. Actualmente 3.136 explotaciones (el 16%) tienen más de 50 hectáreas.

En Tucumán la cantidad de explotaciones se redujo en un 75%, pasando de 15.988 en 1988 a 4.028 en 2018. En paralelo, la superficie de cereales, oleaginosas y cultivos industriales como la caña de azúcar aumentó en 4 mil hectáreas, pasando de 449 mil a 453 mil. Actualmente 1.406 explotaciones (el 35%) tienen más de 50 hectáreas.

“Por eso es tan distinta la realidad pampeana a la extrapampeana”, dijo, y se explayó: “La soja tiene un solo paquete tecnológico que se aplica a un campo grande o chico. Si el productor no puede garantizarlo, puede acudir a un contratista y, en la medida que trabaje de manera articulada con los agroexportadores y los proveedores de insumos, podría mantenerse en carrera porque hay una industria que demanda sus granos. Entonces tiene garantizada la venta. En el caso de la fruticultura, en cambio, si un productor duplica o triplica su cosecha de naranjas, limones o sandías, no va a encontrar necesariamente a un comprador”.

En el Censo se ve que entre los años 1988 al 2018 la proporción de superficie implantada destinada a cultivos anuales como la soja, maíz y trigo creció del 23% al 69%, concentrándose alrededor de los commodities, que se producen de forma superavitaria. Por otra parte, desaparecieron productores de escala más chica, del estrato que producen la fruta, la verdura, la hierba, la leche y la carne.

 

fuente: Sobre La Tierra – Facultad de Agronomía de la UBA

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