El agente usó datos de su legajo para contactarla por WhatsApp, invitarla a salir y luego humillarla. El caso se viralizó y Karen sigue en lucha para “que no le pase a otras chicas”. Su testimonio.
Endeudada, pero con la honra en alto. La morosidad de Karen Spalletti (23) con la tarjeta de crédito que ya dio de baja sigue la curva ascendente. Los días pasan y los intereses se acumulan. Se le cayó el plan de refinanciación, pero ella no piensa volver a las oficinas del banco que se la otorgó. “No puedo retornar a ese lugar. Tal vez cuando me confirmen que el hombre que me acosó fue relevado y está en un tercer subsuelo, volveré a sentarme para ver cómo puedo pagar”, plantea con cierta rebeldía que considera justificada.
Karen tiene activa todavía una cuenta -que tiene saldo negativo- en el Banco Provincia. Es la joven que denunció –primero en redes sociales y después en la Justicia- que un agente de esa entidad sacó datos privados de los registros para invitarla a salir.
Ocurrió a mediados de enero de este año cuando el agente pensó que la urgencia económica de la chica podría abrirle voluntades que de otra manera no se habilitarían. Evaluó que su condición dominante le permitiría quebrar la resistencia de una clienta en emergencia.
Pero como nada de eso ocurrió, el convite elegante pasó por el estadío de la insistencia y al poco tiempo se transformó en hostigamiento, agresiones. Y al final en humillación. Todo porque ella se negó a concretar citas en un entorno diferente a su condición de cliente.
El acoso comenzó a fines del año pasado cuando Spalletti se quedó sin trabajo y no pudo afrontar los pagos mensuales del resumen del plástico.
“Estaba en una situación de alta vulnerabilidad. Quedé cesante en una empresa de servicios de La Plata y la cuenta donde recibía mi sueldo se puso en 0. Estaba angustiada y desde la tarjeta me llamaban todas las semanas para que pusiera al día mi situación. Tenía un rojo de casi 25 mil pesos. Allí fue donde me crucé con Luciano Cabalieri, un empleado que me atendió atentamente y me prometió una solución”, contó la joven desempleada.
Karen Spalletti cuenta que todo comenzó cuando fue a renegociar una deuda en la que había incurrido por problemas laborales. (Foto: Mauricio Nievas)
Eso fue en el primer piso de la Casa Matriz del banco estatal, en el sector de Recupero de Deudas. Allí le ofrecieron algunas variantes estrechas que requerían de autorización. En noviembre se aprobó un plan: cierre del crédito y pago de cuotas de 5.000 pesos por mes hasta cancelar el monto adeudado.
De inmediato, en la cuenta de Instagram de Spalletti apareció un pedido de Cabalieri para vincularse. “Me resultó raro, pero acepté. Me comentaba cosas intrascendentes. Algunas contestaba, otras no”, recuerda ahora la muchacha.
Los primeros chats entre el empleado bancario y Karen, según su denuncia en las redes sociales.
Pero al mes siguiente, Karen quedó sin empleo y no pudo seguir pagando. Fue entonces cuando Cabalieri volvió a insistir por las redes. “¿Estás trabajando? ¿No querés que te consiga algo? Mandame un CV”, le escribió, en una de las charlas que parecían amables. La joven remitió sus antecedentes a una cuenta del servidor del banco.
A mediados de enero, otro mensaje del agente bondadoso: “Juntémonos. Tengo novedades para vos. Vayamos a tomar un café”. Desesperada y en un intento de amarrarse a algún salvavidas, Spalletti cuenta que aceptó. Pero tomó previsiones: fue hasta un bar de la zona de 7 y 56, en pleno centro de la capital provincial, acompañada de dos amigos que se sentaron en una mesa cercana.
Las pruebas del acoso por WhatsApp.
En la cita, según la denuncia, la charla transitó por evasivas y generalidades. De la oferta laboral, nada. Pero sí hubo otros planteos: “¿Vamos a otro lado? ¿Querés que te lleve a tu casa?“. A todo se negó y, cuando el encuentro no dio para más, Karen se fue con sus compañeros.
Entonces sobrevino la reacción. Por WhatsApp, Cabalieri le escribió: “Qué te hizo cambiar de opinión?. Es cierto, además de la edad, no tenemos nada en común. Yo viajé por el mundo, vos no. Yo tengo trabajo, vos no. Yo tengo un título, vos no“.
Los mensajes humillantes que recibió Karen por WhatsApp.
Indignada, Spalletti reprodujo en Facebook las copias de esa conversación y terminó en escándalo. Se hizo público, el banco decidió intervenir y hasta un integrante del directorio del Bapro, Sebastián Galmarini, reclamó una sanción ejemplificadora para el empleado infiel.
“No quiero la plata. Quiero que este hombre no atienda más al público”, reconoció la joven. Además, contactó a una abogada y se presentó una denuncia por grooming, acoso, intimidación, tráfico de influencias y amenazas que instruye una fiscalía platense. “Es un delito difícil de comprobar, pero queremos ir a fondo”, admitió Derlis Redondo, la profesional que lleva adelante el caso. Ingresó en la UFI de Alvaro Garganta, pero todavía se discute la competencia. O sea, el proceso tiene avance casi nulo.
Karen Spalletti, a dos meses y medio del episodio, reclama una mayor sanción contra el empleado infiel del Bapro. (Foto: Mauricio Nievas)
Desempleada y con un rojo que crece al ritmo de las tasas astronómicas que rigen el mercado financiero, Spalletti no tuvo más contacto con el Bapro. En la institución bancaria explicaron que Cabalieri fue transferido a otra sucursal y que el procedimiento interno está en etapa de “formulación de cargos”.
“Sólo pretendo que esto no le pase a otras chicas. Y merezco una disculpa de quienes pusieron a este hombre en ese lugar”. Las modalidades de acoso se potencian al impulso de las nuevas formas de comunicación. Ventajas que brinda la tecnología para los que están al acecho. Y mayores riesgos para las víctimas que bordean la vulnerabilidad, en este caso, económica.