Los tres brutales crímenes que se registraron entre el jueves y el viernes en la diagonal Anselmo Rojo, convirtieron a San Cayetano en la zona más peligrosa de Tucumán.
De los 35 asesinatos que se produjeron en la provincia en lo que va del año, ocho tuvieron como escenario esa popular barriada emplazada en el extremo sudeste de la capital provincial.
Una deuda de $ 40.000 fue el disparador del único doble homicidio que contabiliza este año la estadística criminal de Tucumán.
El jueves
Se registró el jueves cerca de la medianoche, sobre la misma arteria en la que la noche anterior, a sólo tres cuadras de distancia, Jorge David Álvarez (22) recibía un disparo en el pecho efectuado por Julián Francisco Delgado (22) que espera ser formalmente acusado por el fiscal Pedro Gallo tras haberse entregado a las autoridades.
Fue mientras velaban los restos de Álvarez, que se desató la segunda balacera en menos de 24 horas, que le costó la vida José María Altamirano (37) y su hijo Santiago Ramiro (19).
En un primer momento se pensó que el móvil del doble homicidio podría haber sido por una cuestión de drogas. Pero esa teoría quedó descartada con el correr de las horas.
Dos muertes
Fueron dos muertes generadas por la violencia social, agravada por un trasfondo del préstamo ilegal de dinero, según averiguaron efectivos de Homicidios bajo las órdenes de los comisarios Susana Monteros, Juana Estequiño, Diego Bernachi y Miguel Carabajal.
“Chueco” es hijo de un reconocido asaltante conocido como “El Patón” y se dedicaría a prestar pequeñas cantidades de dinero a personas del vecindario que no pueden acceder a créditos.
El jueves por la noche, en un Fiat Argo, acompañado por cuatro jóvenes, interceptó a dos albañiles que circulaban en una moto para reclamar el pago de una deuda de $ 40.000. De la discusión pasaron a los golpes. Los Altamirano salieron en defensa de los agredidos y los “apretadores” terminaron huyendo.
Cobrar venganza
El prestamista y sus matones regresaron a los pocos minutos para cobrar venganza. El “Chueco” y un tal “Gallo” bajaron con armas de fuego y, al descubrir a las víctimas, comenzaron a disparar contra ellos.
Los mataron como a perros, el padre, para tratar de salvar a su hijo, lo abrazó, por eso habría recibido un montón de tiros, se le escuchó decir a uno de los vecinos que reprodujo el relato de algún testigo presencial del fusilamiento.
El joven falleció en el CAPS del barrio, mientras que su progenitor fue trasladado hasta el hospital Padilla, donde llegó sin vida.
“Cuenca”, “El Menor” y “El Negro”
Tres ocupantes del vehículo se quedaron en el lugar. “Cuenca”, “El Menor” y “El Negro” fueron detenidos y uno de ellos aportó datos claves para que se esclareciera el doble homicidio.
El fiscal Gallo ordenó que se les informara que estaban bajo investigación por el caso, pero no los detuvo, aunque sí ordenó la detención de los supuestos autores materiales, habilitando varios allanamientos para capturarlos.
En el barrio 20 de Junio se comenta que los tres liberados tuvieron que abandonar sus casas, sabedores de que en ese lugar todos saben que los tiempos y mecanismos de la justicia barrial son distintos a los de Tribunales.
Podrán pasar algunas horas, unos días, un par de semana o varios meses, pero en algún momento alguien hará tronar la venganza.
Es una suerte de ley no escrita pero inquebrantable, tanto como la que parece signar la vida de los jóvenes de la zona, que desde niños asimilan los códigos de la violencia y, casi siempre, terminan cayendo en la telaraña del consumo de drogas.
El jefe de Policía, Joaquín Girvau, aseguró que, mientras buscan a los autores del doble crimen, acentuarán los operativos de prevención. “No vamos a permitir que se apoderen de las calles. Vamos a acabar con ellos porque los perseguiremos día y noche”, prometió.