El prestigioso teólogo Ariel Álvarez Valdez hace un recorrido por algunas pistas que dan las Sagradas Escrituras para llegar a esta conclusión, diferente a lo que acepta la tradición.
Los Evangelios afirman que Jesús fue crucificado junto a otros dos hombres. Pero no dicen quiénes eran. Marcos y Mateo dicen que eran “bandidos” (en griego: lestés). Lucas los llama “malhechores” (kakúrgos). Y Juan solo habla de “otros dos”, sin más explicaciones.
Ladrones
La tradición siempre los ha considerado “ladrones”. Por eso se ha pensado que eran autores de algún robo, y que la casualidad hizo que fueran condenados a morir el mismo día que Jesús, por orden de Poncio Pilato.
Pero no parece ser eso lo que se deduce de los Evangelios. La crucifixión era un castigo que los romanos aplicaban únicamente a los rebeldes políticos, a los revolucionarios sociales, y a los subversivos. Sabemos que, durante los años que Roma dominó Judea, sólo fueron crucificados sediciosos o simpatizantes de ellos. Jamás ningún ladrón. ¿Por qué, entonces, aquel día crucificaron a dos ladrones con Jesús?
Un decorado de muerte
Flavio Josefo aporta la solución. En La Guerra de los Judíos, cuenta que a mediados del siglo I la palabra lestés (que las Biblias traducen por “bandido”) había adquirido un nuevo significado. Dice Josefo: “Una nueva especie de bandidos surgió en Jerusalén: los sicarios” (2,254). O sea que, al escribirse los Evangelios, el término lestés no se refería a cualquier bandido sino a los judíos sublevados contra Roma. Por lo tanto, los “bandidos” crucificados con Jesús no eran ladrones sino agitadores sociales.
Esta primera conclusión nos lleva a preguntarnos: ¿qué relación tenían con Jesús de Nazaret? Porque según los Evangelios, Jesús fue condenado a muerte por subversivo político (Mc 15,2), rebelde (Lc 23,2) y agitador social (Lc 23,5). Eso no significa que lo fuera, pero sí que las autoridades romanas lo consideraron como tal. El hecho de que sobre su cabeza pusieran un cartel con el motivo de su condena: “El Rey de los judíos” (Mc 15,26), confirma que la causa de su sentencia fue política y no religiosa.
Ahora bien, si los hombres que estaban a su lado también lo fueron, es lógico preguntarse: ¿tenían alguna conexión con Jesús?
Penas que nos apenan
Los Evangelios no los vinculan para nada. Sin embargo, es poco probable que varias personas condenadas el mismo día, a la misma hora, en el mismo lugar, por la misma causa, por el mismo gobernador y con la misma pena, no estén relacionadas. Por otra parte, tampoco había levantamientos políticos todos los días en Judea, como para suponer que eran perturbadores sociales de otra rebelión diferente de la de Jesús.
Con espadas y palos
Además, cuando los soldados arrestaron a Jesús en el Monte de los Olivos, éste se defendió diciendo: “¿Han venido a prenderme con espadas y palos, como si fuera un bandido (lestés)?” (Mc 14,48; Mt 26,55; Lc 22,52). O sea que Jesús fue considerado un lestés, el mismo título que se utiliza para designar a los dos hombres crucificados con él. Esto nos lleva a una segunda conclusión: los dos condenados debieron de ser discípulos de Jesús, apresados y juzgados por el mismo delito. Por eso terminaron muriendo junto a él.
Una confirmación indirecta de esto la encontramos en las palabras de uno de ellos, el llamado “buen ladrón”, cuando al defender a Jesús de los insultos del otro crucificado, le dice: “¿Es que no temes a Dios, tú que sufres la misma condena? (Lc 23,40). Aunque esta escena no parece ser histórica, señala que, para Lucas, los compañeros de suplicio sufrían “la misma condena” que Jesús, es decir, habían sido condenados por idéntico motivo. La palabra “condena” (en griego kríma) no alude solo al castigo, sino a todo el proceso judicial.
fuente: clarín