Se trata de la novela “Viaje a Walden”, del escritor tucumano Juan Ángel Cabaleiro.
No, no es una película, pero la novela transcurre como si lo fuera: un viaje por las rutas de nuestro país. Nos cuenta la historia de Martín Céspedes, un empleado bancario de 38 años, que se enfrenta a una crisis personal luego de perder a su mujer y su trabajo. Gracias a su indemnización en dólares y la devaluación del año 81, logra adquirir una Combi a muy bajo precio con la que emprenderá un viaje hacia el norte del país guiado por su brújula interior. En el camino se cruzará con personajes y situaciones que le harán replantearse el sentido de la vida, y cuando menos se dé cuenta va a estar, no solo a cientos de kilómetros de su hogar, sino también del viejo Martín. Narrado en primera persona, el lector sentirá que viaja en el asiento de al lado, presenciado cada nuevo desafío que se le presenta y la forma de superarlos. Todo el viaje es una muestra de cómo cada acontecimiento de nuestras vidas es un eslabón fundamental que nos conduce a nuestro verdadero destino.
Viaje a Walden fue escrita en el 2011 y es la primera novela de este autor, está narrada en un tono muy diferente al que viene empleando en sus últimas novelas, que muestran una clara tendencia al realismo sucio y al género policial.
Juan Ángel Cabaleiro, nació en Buenos Aires en 1969, es Licenciado en Filosofía por la UNT. “Viaje a Walden” es su tercera novela, inspirada en el libro “Walden” (la vida en los bosques), de Henry David Thoreau. Ya está disponible en Librería Edunt (Crisóstomo 883), Manfredo (Facultad de filosofía y Letras), y a través de la página de Facebook de la editorial: Ediciones del Taller Literario Tucumán.
Fragmento de la novela
“…¿Tenía sentido ir a buscar Walden? Ahora, con la perspectiva del tiempo que ha transcurrido, puedo decir que sí. ¿Por qué? Simplemente porque era el paso más lógico, el final más coherente para mi viaje. Había partido de Buenos Aires, una de las ciudades más grandes y populosas del mundo. Por impulso del azar y de las casualidades había atravesado una serie de puntos intermedios hasta llegar a una de las ciudades más pequeñas y menos pobladas, y me acababan de indicar que el último escalón, la población más ínfima y más remota, estaba muy cerca. Ahora, que además me he vuelto un aficionado a buscar símbolos y paralelismos, puedo decir que el viaje fue también un recorrido hacia arriba, un ascenso desde el nivel del mar de Buenos Aires hasta las mayores alturas de la montaña. Y al ganar altura había ganado también una mejor perspectiva para juzgar las cosas de mi vida. Tenía que terminar en el punto más alto”.