Festejo y desahogo de Uruguay tras el gol de cabeza de José María Giménez. REUTERS

Le ganó 1-0 a Egipto con un gol en el minuto 90 de José María Giménez, de cabeza.

Uruguay con su libreto. Uruguay con su fórmula preferida. A su manera. Y mereciendo ese grito sufrido, agónico, que debió haber llegado antes.

Pareciera que construye su propia película para disfrutar de la épica. No había podido Luis Suárez en tres chances clarísimas, de esas que el delantero de Barcelona convierte los fines de semana con los ojos cerrados. Tampoco había podido su socio, Edinson Cavani, la figura del partido, con una volea que tapó el arquero y con un tiro libre a tres minutos del final que pegó en el palo.

Pero Uruguay fue. Hasta el final. Como siempre. Voló el centro con rosca de Carlos Sánchez desde la derecha y en el corazón del área fueron en busca de la pelota los dos centrales. Los que empujan desde atrás como si fueran los primeros delanteros. Las columnas de Uruguay: Diego Godín y José María Giménez.

Fue Josema el que le ganó a todos y la clavó de cabeza contra el palo. Arriba, Uruguay. De arriba, Uruguay. Merecía ganarlo con más tranquilidad pero supo ganarlo con la épica de siempre.

Desde el primer minuto quedó expuesta la postura de ambos. Se supo que a Uruguay le cuesta tomar el protagonismo del partido, que se siente más cómodo cuando la responsabilidad la tiene el rival y puede explotar los espacios.

Y también dejó en evidencia que a Egipto el empate no le sentaba mal. Que sin Mohamed Salah, su gran figura, es un equipo más en el Mundial, de esos que no tienen con qué dejar una huella.

Mohamed Salah, en el banco de suplentes. AP

Mohamed Salah, en el banco de suplentes. AP

En ese panorama, los sudamericanos tenían la pelota pero no tenían  juego. Tocaban, se conectaban bien con pases cortos, pero le faltaba profundidad a la Celeste. Porque el ex hombre de Boca Rodrigo Bentancur maneja los hilos a su ritmo, con cabeza levantada y toques precisos, pero no logra generar sorpresa en los metros decisivos.

Giorgian De Arrascaeta era el encargado de romper líneas por izquierda pero apenas pudo hacerlo una vez para ir en busca de un pase en profundidad de Diego Godín, que se mandó al ataque.

El defensor del Atlético de Madrid fue la bandera uruguaya en la primera parte, el que empujó desde el fondo. Y tal como acostumbra, desde una pelota parada casi genera la apertura del marcador a los 24 minutos. El córner viajó desde la derecha al centro del área, la peinó Godín y Luis Suárez, solito en el segundo palo, no la pudo meter. La pelota se fue besando el poste derecho.

En esa jugada quedó claro: Uruguay en cualquier pelota parada puede lastimar y ganar un partido. Así es el equipo del Maestro. Más allá de los gustos, sabe a lo que juega.

Del otro lado, Egipto apostaba a la prolijidad, a no desarmar las dos líneas de cuatro. Con la seguridad en el fondo de Ali Gabr, siempre bien parado. Y tratando de salir rápido por las bandas con Trezeguet, el volante egipcio que en realidad se llama Mahmoud Hassan pero por su parecido al ex delantero de River y la selección de Francia es conocido con ese apodo.

Luis Suárez se lamenta: tuvo dos chances muy claras para abrir el marcador. AP

Luis Suárez se lamenta: tuvo dos chances muy claras para abrir el marcador. AP

El segundo mostró la otra cara de Uruguay: más aguerrido, tomó las riendas y fue a buscar al triunfo.

Al minuto otra vez Suárez tuvo el gol en sus pies. Salió a pivotear Cavani y con un toque sutil por arriba de los defensores dejó cara a cara con el gol al delantero de Barcelona. Definió cruzado pero el arquero Mohamed El Shenawi achicó bárbaro con todo el cuerpo y tapó el gol.

La segunda chance de Suárez: define cruzado y lo tapa el arquero Mohamed El Shenawy. EFE

La segunda chance de Suárez: define cruzado y lo tapa el arquero Mohamed El Shenawy. EFE

No era el día de Suárez. Justo el mejor hombre fallaba en su contexto ideal: dentro del área. Ahí donde suele ser letal.

Edinson Cavani fue su socio ideal. Hizo el trabajo sucio, salió del área, se puso de frente al arco y se convirtió en el asistidor perfecto del 9, que seguía errático.

Los ingresos de Carlos Sánchez y el Cebolla Rodríguez mejoraron al equipo de Tabárez. Le dieron velocidad, lo que no lograba con Nández y De Arrascaeta, que salieron.

Todo fue de Uruguay en el complemento. La pelota, las chances y el merecimiento. Lo acorraló a Egipto, que miraba al banco de suplentes y suplicaba por el ingreso de Salah. 

Habrá que ver cuánto logra cambiar el equipo de Héctor Cúper cuando el delantero del Liverpool ingrese al campo de juego.

El desahogo llegó cuando el tiempo se esfumaba. Centro de Sánchez cabezazo perfecto de José María Giménez.

El festejo fue uruguayo. Y fue a lo Uruguay. Tuvo su premio. Fue de menor a mayor y construyó una victoria que puede ser clave para superar el Grupo A y meterse en octavos de final. Con la garra de siempre. Arriba. Y de arriba.

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