La apuesta de la disidencia con la marcha de este miércoles fue intentar consolidar su fuerza movilizadora. El martes el llamado a un levantamiento militar fracasó.
Mientras Juan Guaidó pedía a sus seguidores no enfriar la calle, en el célebre distribuidor Altamira un puñado de militantes de la “Resistencia” se enfrentaba con piedras y gritos a militares que les disparaban perdigones y bombas lacrimógenas desde la base aérea Francisco de Miranda.
Megáfono en mano
Poco más allá, la diputada Manuela Bolívar tomaba un megáfono para intentar convencerlos de dejar esa estrategia e ir a escuchar uno de los inminentes discursos de Guaidó, en los que hablaría de la hoja de ruta en esta cruzada para intentar desalojar del poder a Nicolás Maduro.
Mantener viva la calle es la estrategia del movimiento opositor encabezado por Guaidó, que reclama unas elecciones libres y competitivas, para propiciar cambios en un país arruinado y sin posibilidades de levantarse bajo el régimen chavista actual.
Tres brazos
La tenaza de presiones que esgrime Guaidó tienes tres brazos: el apoyo internacional y las sanciones contra figuras del régimen; búsqueda de apoyo militar que le dé fuerza física al movimiento; y el respaldo en la calle de los venezolanos comunes, los que padecen la mayor tragedia económica documentada en un país americano en tiempos de paz y sin huracanes, terremotos ni tsunamis.
El apoyo internacional es sólido en el mundo libre occidental, pero aparte de expresiones diplomáticas y fanfarronadas de EE.UU., y de la promesa de liberar miles de millones de dólares desde el FMI, el BID y el Banco Mundial para la reconstrucción de un país en default, no está claro si ese respaldo alcanza para sacar al chavismo.
fuente: clarín